Esa es la imagen de portada de Esto no es un libro de poemas (Nueve Editores, 2022), de John Gómez, con el que ganó la Beca de Creación de obra inédita de poesía del IMCT de Bucaramanga, pero también es la sensación que queda al recorrer las 96 páginas: que un libro también puede ser una piedra.
Esto no es un libro de poemas nos atrapa en un bucle, en un domingo infinito, que condensa todos los domingos, y uno va recorriendo sus páginas como si el tiempo no existiera, como quien va saltando entre fotogramas para configurar una imagen en movimiento: la ciudad, la selva, el páramo y las bombas de napalm emergen de las líneas y van dando golpes en alguna parte del alma.
Las ilustraciones de Jorge Peña acompañan las letras de John, como para confirmar que cada verso desprende imágenes, que el lector está ante un mundo expuesto, sin filtros, sin protecciones. Por eso, al leerlo, me decía: no sabía que esto se podía poner en un poema.
Pero eso hacen los poetas: lograr que nos hagamos preguntas, jugar con las formas y en cada línea gritar que todo puede ser un poema, pero no cualquiera puede volverlo poema.
Y ese, creo, es el punto. En el mundo hay farsantes que se visten de poetas para reclamar una gloria a la medida de su ego. Y hay poetas que no necesitan reclamar el título para serlo. No necesitan la sonoridad del nombre poeta porque su obra basta.
John Gómez es uno de esos poetas, uno que se atreve a burlarse de los farsantes, de los altivos embriagados de una grandeza inventada por ellos mismos.
Gómez es un iconoclasta («contestatario», escribió Laura Acero, una de las jurados del premio) que comprende que un libro es también una piedra que se arroja y no el peldaño de una escalera para encaramarse en un pedestal.
Y también puede ser algo más: el dolor por no poner un plato de comida en la mesa de la persona amada, los tamales de la abuela, los niños buscando juguetes entre la basura un domingo de navidad.
En Esto no es un libro de poemas convergen el amor y el tedio, el dolor de estar vivos en un mundo que permite que mientras unos tenemos un techo, a otros los sorprende la noche con el frío y el hambre acostados en alguna acera.
¿Cómo se escribe un libro de poemas que se lee en la madrugada, mientras el fuego de la estufa calienta el café del desayuno?
Francamente no lo sé, no soy poeta. Por fortuna, John Gómez tiene la respuesta.
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