Y, por supuesto, está el acto -que a mí me parece una forma de rebeldía- de escribir literatura erótica en un país machista y violento, pero sobre todo hipócrita. Simbólicamente significa mucho, porque exteriorizar el deseo mediante las letras es valiente: habrá siempre una mirada acusadora, un dedo señalando. Somos una sociedad fascinada por el sexo que se espanta ante el erotismo.
Y sin embargo, a diario interactúa con sus lectoras y lectores en redes sociales. Me aventuro a decir que Giovanna es una voz íntima y por tanto universal y que ella, con su pluma, es capaz de narrar lo que muchas mujeres quisieran gritarle al mundo, lo que la sociedad entera debería saber ya desde hace mucho: que las mujeres se hacen cargo de su sexualidad y que no hay nadie que pueda juzgar su territorio, que vendría siendo la conjunción de su cuerpo y su deseo.
La autora de "Los pecados de Victoria" (Calixta editores) cuenta que aunque no ha sido un camino fácil, ha valido la pena. Sus personajes son reales, cercanos y sus historias se desarrollan en escenarios conocidos.
Hablamos con ella sobre su proceso creativo y sobre su nueva novela "La vendedora de besos" (Adarve editorial)
Cuéntanos un poco sobre tu proceso creativo. ¿En qué momento (o momentos) escribes? ¿Qué pasa a tu alrededor? ¿Necesitas silencio absoluto, escribes en medio del ruido?
Suelo escribir ideas sueltas en un cuaderno que mantengo sobre mi mesa de noche. De esas ideas surge después la poesía o la prosa, y lo que sale depende mucho de mi estado de ánimo. Como dato curioso mi primera novela “los pecados de Victoria” la escribí, casi íntegramente, en un cuadrito de Excel mientras me encontraba en la oficina pretendiendo trabajar. Mi segunda novela “La vendedora de besos”, la escribí en Transmilenio, en las notas de mi celular.
Hablemos un poco de tu nueva novela, “La vendedora de besos”, claro, sin spoilers.
Es la historia narrada en primera persona, a tres voces, de una mujer desplazada, una guerrillera reclutada desde niña y una citadina de clase alta, cuyas vidas se entrecruzan debido a los distintos tipos de violencia que vivimos en nuestro país, la física, la sicológica, la relacionada con el orden público, la que nos infringimos nosotras mismas. Es una historia cruda y a la vez esperanzadora, sobre la búsqueda personal y también sobre el perdón.
¿Quién es tu primer lector o primeros lectores?
Aunque suelo publicar en mis redes algunos fragmentos de lo que estoy escribiendo, mi esposo es mi primer lector cuando un manuscrito está avanzado. Él me retroalimenta de forma puntual y general, en especial me dice si los personajes son creíbles, si la historia mantiene el ritmo, si es verosímil, entre otros aspectos. Confío mucho en su criterio.
¿Cómo es apostarle a escribir literatura erótica en un país como Colombia en el que hay una multitud de factores como el machismo, la misoginia y la violencia de género influyen tanto en la sociedad?
No ha sido fácil, pero el proceso ha valido la pena. Al principio me escribían algunos hombres con ideas equivocadas sobre mí, sesgadas por el hecho de escribir lo que escribo, incluso una mujer a la cual tuve que bloquear. También está el tabú alrededor del sexo y de las mujeres que consideramos el erotismo como algo esencial del proceso creativo, pero la mayoría de las personas que me siguen son respetuosas, la acogida ha sido maravillosa, y prefiero quedarme con eso que con lo malo.
Interactúas mucho en redes sociales. Cuéntanos un poco sobre tu relación con tus lectores.
Es una relación muy cercana, suelo responder todos los mensajes, no soy una persona distante, y mi meta para este año es mostrarme mucho más, acercarme a mis lectores, que conozcan más de la mujer que se esconde detrás de las letras de los post.
Desde tu perspectiva, ¿cómo ves el movimiento de las editoriales independientes en Colombia y en otras partes del mundo?
Lo veo como un movimiento necesario, en especial para las voces nuevas, y que está en continuo crecimiento. Apuestan por un catálogo muy diverso, que finalmente nos enriquece como sociedad. Le apuntan a una menor cantidad en sus tirajes y su mensaje es muy diferente a la de las que pertenecen a los grandes grupos editoriales. Es por eso importante que como lectores le apostemos también a consumir libros de editoriales independientes.
¿Crees que el gran mercado editorial (que para bien o para mal impone ciertos títulos y nombres) termina por opacar a editoriales más pequeñas y a autores y autoras emergentes?
Así es, tienen el músculo financiero, el marketing, los lectores cautivos de aquellos que ya se han posicionado y cuyos nombres como autores venden sin importar qué. Al independiente y al desconocido nos toca de a poco, de lector en lector y con mucha más constancia.
Si tuvieras que escoger una canción para que sea la banda sonora de “La vendedora de besos”, ¿cuál sería?
La primera que se me viene a la mente es “Remamos”, interpretada por Kany García y Natalia Lafourcade, habla de lo aprendido como mujeres, de lo que necesitamos desaprender a medida que crecemos, de no rendirnos y de nuevos comienzos.
¿A qué otras autoras colombianas lees y recomiendas? ¿Tienes relación con ellas?
Recientemente he leído a varias de mis colegas de editorial, con algunas he hablado, al menos virtualmente, o hemos compartido eventos en el marco de esta pandemia: Ángela Falla, Emma Claus y Angélica Céspedes, por nombrarte algunas. De las más conocidas he leído a Laura Restrepo, Pilar Quintana y Piedad Bonnett, siendo esta última mi favorita. De hecho, en “La vendedora de besos” hay un poema suyo.
¿Sientes que es posible vivir de la escritura en un país como Colombia?
Es posible, pero muy difícil. Creo que se requiere de la conspiración de varios factores: talento, disciplina, constancia, un toque de suerte, y por lo general muchos títulos que redunden en regalías suficientes para poder dedicarse solo a escribir. Aun así, muchos continuamos luchando por este sueño, tal vez porque más que dinero, constituye una satisfacción personal, es como parir, pero con más dolor.
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