Dom, 10/23/2022 - 10:03

Para qué noticias, si tenemos a los poetas

Desde siempre, los poetas han sido los encargados de contarnos lo que sucede en el planeta Tierra. A lo largo de siglos y milenios, han sido quienes nos han enseñado lo que somos como especie. Y, gracias a sus palabras, también hemos podido mantenernos en pie, a pesar de que existen enemigos de la poesía. Para comprobar esta teoría, nada científica, digamos, basta con ir un poco hacia atrás, unos siglos o un par de milenios, para enterarnos que quien nos contaba lo que pasaba en el mundo era un poeta. Tal y como sucede hoy, porque no todo lo que nos cuentan nos lo están contando de verdad, y el mundo, además, está plagado de impostores y de malos poetas.

Por: Idinael Carmona

Y, aunque hoy en día, en el siglo de la información, como le gusta decir a Sergio Marentes, los poetas pasaron a ser un cronista secundario, más por la extinción del oficio que de la vocación, todavía existen algunos que se dedican a ese viejo arte de transmitir la memoria. Y, sin duda, el autor del que hablo hoy, en este libro, específicamente, porque su obra es vasta como un desierto, es uno de ellos. Pero no porque nos cuente lo que sucedió, porque apenas si lo menciona en cada uno de los títulos de los poemas aquí presentados, sino porque, a su manera, y como si se tratara de un pintor que no puede mostrar sus obras, nos describe lo que sucedió luego de la noticia, el titular o la revelación.

Y es tan profundo el lugar adonde nos lleva, mostrándonos, narrándonos la superficie o lo que sucede aparentemente luego de las noticias, que, tras escucharlo, fácilmente podríamos estar hablando de una nación, de un reino, un gobernante, un desastre natural, algún dato astronómico, religioso, hechos imaginarios por qué no. Pero siempre, el poeta Marentes nos estará mostrando en esos dibujos escritos, o en esos cuadros narrados, como se le quiera decir, la naturaleza humana. Este libro, pues, está repleto de olvidos, de maldiciones, de animales, de verbos extraños, de partes de cuerpo, de desafíos políticos y poéticos ante lo establecido. No es raro que encontremos, por ejemplo, alguna afirmación sobre una guerra que se desató o que parece que está en proceso de explotar, o de alguna manifestación, por ejemplo, de un Papa, de un sacerdote del director de la policía de Colombia, de lo que sucede en Estados Unidos, en España, en Suiza, en África o en la Colombia misma, de donde es el autor y de la que tanto habla porque tanto la padece.

Esto es este volumen, de lo que se denominó Poelítica pública poco después de madurar: nada más y nada menos que la presentación de lo que será, dentro de 36 volúmenes, una colección de 3600 días o noticias diarias contadas por el autor. Muchos poetas, autores, narradores, escritores o dramaturgos soñarían quizá con una obra de 36 volúmenes decentes. Y es que, en el caso de del poeta Marentes, si no se muere o lo mata un meteorito antes, como le gusta decir, o cualquier cosa que se quiera inventar antes, si continúa como lo hizo en este primer volumen, en los demás, en los otros 35, seguramente, sólo con esto, y sin contar el resto de decenas y decenas de títulos que hay en su Biblioteca Marentes tendrá una obra decente y merecerá que le hagamos un espacio en nuestro hogar. Porque, en el futuro cercano, necesitaremos de la voz de alguien que nos cuente lo que fuimos, porque lo olvidaremos.

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