Le das amor a cuantos llegan a tus puertas. Nadie extraña su hogar en otras fronteras, porque tu los recibes, los arrullas y arrollas, con esa misma fuerza de amor incontenible parecida a la fuerza que tienen tus arroyos, arrasadora.
¡Te pasaste! Y no ha sido por capricho del azar, de la buena suerte. Cobras el premio pleno, la columna, el color, la docena, la primera y el cero de la incomprendida ruleta del deporte, y haces tuyo el premio del As o de la Sena de los dados, un día santificados, cuando con ellos se echan las suertes y se juega la túnica de Jesús, invaluable por su tejido único.
¡Curramba! ¡La Arenosa! ¡El Junior! Amira de la Rosa, Estercita Forero, Joe Arroyo, el Checo Acosta, Jorge Artel el poeta de la negra mulata pechos de aguacate, La Cueva y los fantasmas de sus grandes hombres, el coro de Juan Piña, la puya loca, la butifarra y qué sé yo, la Barranquilla de mi amigo Mario Gareña, de los capitanes Millón de Aerocóndor que un día fue y sigue siendo tu sinónimo, a ti por conducto de tus autoridades, quiero rendirte desde estas páginas de El Jugador nuestro sincero homenaje por lo que has hecho ante el mundo al acoger a los campeones de nuestros países que se llevan el oro, la plata y el bronce pero no en barras sino en Medallas que certifican la historia de unos juegos sin iguales que te tuvieron por sede.
Barranquilla, buscaré una amorosa sombra tuya bajo un árbol de matarratón, para ver pasar los hombres libres que un día te fundaron y que con orgullo ven tus ejecutorias.
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