Futbolista genial, fantástico, con el mundo a sus pies, en frenética vida llena de fama, de fortuna y encanto.
El "barrilete cósmico" con su mejor gol del mundial. La bestia sagrada, el embrujo del fútbol y la mano de Dios en hereje exaltación de una trampa, que tuvo conexión con su iglesia impura y su padre nuestro transgresor.
La desmesura de sus actos, en un tobogán que no encontró un contacto directo entre su condición de futbolista único y la complejidad de su existencia, con sus repetidas caídas. Siempre en pelea, Maradona, con su monstruo interior que empaño sus proezas. Con su familia, la que abandonó y la pelota que alguna vez manchó.
Irresistible su influencia en el fútbol, por su clase artística y la idolatría de masas.
Inteligente, calculador, goleador, con intuición e inventiva, destreza, habilidad y velocidad. Lo tuvo todo.
Desde el sueño del pibe, hecho realidad, su consagración ante el mundo y las tinieblas de las drogas.
Dios de carne y hueso. Mito viviente. El placer de haberlo visto en su esplendor. De haber transmitido sus partidos… de haberlo entrevistado…Y el dolor por su caída y su muerte. Como a todos, a él también “se le escapó la tortuga”, y murió.
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