Reconocer el propósito de la vida es un reto en el que se nos puede ir la vida misma. Además, resulta paradójico encontrarle sentido a algo que en sí mismo es un milagro. La combinación de factores y circunstancias que propician la vida humana para que hoy esté escribiendo acá desubicado, perdido, un tanto desanimado y confundido, son un verdadero desperdicio en honor a ese espermatozoide que se esforzó tanto por llegar de primero a fecundar el óvulo en ese espacio en el que crecieron abrazados hasta el frenesí en el vientre de mi madre, hinchándole la panza, hasta que por fin ella me abrazó a mí.
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