No recuerdo hace cuánto tiempo no dejaba mis ojos hechos un charco en mi regazo viendo una película. Soy un tipo de lágrima fácil, pero así como el llanto me viene, también se va. Pero esta vez no fue igual. Incluso, ahora que escribo, tengo que pasar mis dedos cada tanto por el cauce que hacen las lágrimas en mis mejillas y debo sorber los mocos que se vuelven líquidos cuando el sollozo irrumpe.
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