Gobierno

Si estamos solos, aún nos quedamos nosotros. Cuidémonos

POR: Andrés Felipe Giraldo López  |   Agosto 26, 2018
Se llamaba Jefferson Andrés Arévalo Robayo. El 21 de agosto, a plena luz de la mañana, fue sacado a la fuerza de la finca “Las Cruces” en el caserío Danubio del municipio de Puerto Rico, Meta. Su esposa, Gladys Tirado, fue violada y la intentaron degollar. Sobrevivió de milagro y se encuentra en el Hospital de Granada recuperándose de sus heridas. Su pronóstico es reservado. El 23 de agosto, dos días después de su plagio, el cuerpo de Jefferson fue hallado sin vida cerca del lugar de donde fue raptado. Los medios reportan que este cruel acto fue perpetrado por hombres encapuchados y fuertemente armados, sin mayor información. Arévalo hacía parte de la Corporación Reiniciar Capítulo Meta y además era militante de la Unión Patriótica.
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“Si le va bien a Duque, le va bien al país”

POR: Andrés Felipe Giraldo López  |   Agosto 12, 2018
El nuevo Presidente va cumplir su primera semana en el gobierno. Ante la euforia de la posesión, muchos, partidarios y contradictores, han elevado sus plegarias para que al nuevo mandatario le vaya bien porque “si le va bien a él, nos va bien a todos”. Esto no es verdad. Solo hay que analizar qué intereses representa y por quiénes está rodeado Iván Duque para notar con claridad que, si a él le va bien en su mandato, solo le irá bien a una estrecha minoría en el país y será un desastre para una gran mayoría, sobre todo, para los sectores más vulnerables y oprimidos.
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Los corazones de Jesús de los colombianos. El malo y el peor

POR: Andrés Felipe Giraldo López  |   Noviembre 19, 2017
A Pablo Escobar lo recuerdo con terror. Aún siento que fue él quien llamó a mi casa cuando mi papá era Magistrado de la Corte Suprema en diciembre de 1986 y me dijo “a su papá lo vamos a matar y a usted también” y colgó. Recuerdo nítido ese acento inconfundible que sin gota de remordimiento decía que iba a matar y mataba. Yo tenía doce años y creo que no dormí bien por al menos un par de meses. Debo confesar con vergüenza que me alegré el día que supe que había muerto. Uno no se debe alegrar por la muerte de nadie. Pero yo sabía, a mis 19 años, que ese tipo cargaba un resentimiento tan grande por todo y contra todos que, si no moría, todavía nos podía matar. Entonces esta opinión no surge precisamente de mis ganas de suavizar la imagen nefasta de “el patrón del mal”.
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