Medarda, la bisnieta de Medarda -- la campesina que fuera mi aya cuando yo lucía pelo churco y me encantaba que las niñas de la cuadra jugaran con él y con todas las cositas mías, --se alisó las trenzas. Llevaba un canasto. Se dispuso a salir a las nueve de la noche. El frío era paralizante. No apto para rateros en ejercicio.
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