Vengo de vaciar una vida entera de libros muy leídos y otros nunca leídos ni por quien los escribió, montañas de manuscritos ininteligibles, una infinidad de anotaciones en cuanto lugar y superficie pudo ser posible en su momento, paquetes incontables de cartas sin datar, algunas sin remitente y otras hasta sin destinatario, docenas y docenas de cuadernos destartalados y un acervo de cosas más porque, para dar el siguiente paso en mi oficio de escritor, uno que tengo que dar para seguir vivo, tenía que dejar atrás, antes que otra cosa, el olvido en el que estaban todas esas cosas que, ya lo sabrán, también son o, para ser más riguroso, fueron yo.
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