Hubo un tiempo en el cual todo el verde majestuoso de la sabana, los ríos, los lagos, y los océanos reflejaban la majestuosidad de la vida. Las montañas guardaban el silencio que trae la tranquilidad y el sosiego de los animales levantándose con las gotitas de lluvia que acarician sus plumajes. Y de pronto, todo fue caos, solo seres con caras apesadumbradas. El afán del tiempo se hacía evidente en un sin sabor rutinario de acciones mecanizadas y sin alma. El verde de las montañas, el azul de los mares y el rojo de la vida se extinguían como una vela derretida.
Leer más...