La preocupación por el impacto ambiental de los grandes eventos deportivos inició desde los Juegos Olímpicos de Sídney 2000. Desde entonces, las competencias más relevantes y masivas a nivel global, al menos teóricamente, buscan compensar su propia huella de carbono. Conceptos como estadios verdes, manejo de desechos y reciclaje o impacto ambiental urbano, están cada vez más presentes.
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