A las 4:30 am, de lunes a viernes, escuchaba el llamado: “Juanca, es hora. ¡Vamos!”. Nunca, y repito, nunca me ha gustado madrugar, pero durante meses lo hice en silencio ante ese llamado de mi madre, Yanneth Silva Herrera. En esa época se convirtió en un hábito sin tener idea de que era una experiencia que definiría mi vida.
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