En el año 1994, cuando la violencia de los grupos armados ilegales llegaba hasta las esteras de la meseta de Bucaramanga, Obed Ortiz y lo que quedaba de su familia, debieron abandonar su pequeña parcela en la vereda Vijagual del corregimiento 1, porque la sentencia que recaía sobre todos ellos, era la de escoger entre el destierro o correr con la misma suerte de sus 2 hermanos menores que terminaron baleados a cuenta de los insurgentes.
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