Dom, 07/02/2023 - 11:10

Alumbrar

Sócrates, según lo que nos ha llegado de él, sentía una inmensa admiración por su madre que era capaz de alumbrar vida. Así de esta manera, él trataba de traer al mundo el pensamiento critico en las cabezas ajenas. Por ende, la duda para Sócrates suponía lo mismo que el ejercicio excepcional de traer vida humana a este mundo.

Una más de las anclas que nos clavan en las arenas del machismo es la incapacidad de ver el ejercicio de alumbrar, con los respetuosos y fascinantes ojos de Sócrates. Así nos perdemos en un paternalismo machista que minimiza cualquier acto o sentimiento que sea únicamente femenino.

Cosas de la vida como la menstruación, el postparto, la menopausia, el parto, el embarazo, el suelo pélvico, se trataban de “tapadillo” suponiendo en muchas de ellas que “aguantarse” era la opción. No se habla de cosas de mujeres, y aquello nos llevaba a un desconocimiento que te hacía llevarte enormes sorpresas difíciles de digerir. Viviendo así en la cultura del fatalismo, la aceptación del sino, el “tragar” con una circunstancialidad impuesta y sin solución.

Uno de los puntos determinantes de que la igualdad cada vez está más cerca, es la apertura y la normalización de todas estas cosas que no atañen directamente al hombre. Abrir las realidades, los sentimientos y sacar a conversación, debate todas esas cosas que eran secretos.

Pero cuando ejerces violencia psicológica e incluso física a una mujer que está alumbrando vida, estás insultando a la igualdad, a la humanidad, al feminismo y al derecho de cualquier persona a existir dignamente.

Hace cinco meses, estaba en un paritorio, con una bata diminuta, soportando un dolor que te abre en canal. Me disponía a traer al mundo a uno de los mayores amores de mi vida. Cuando la estupidez humana se cruzó en mi camino en forma de anestesista que había olvidado la humanidad en algún cajón con sus calzoncillos. Allí, tratando de no moverme, sentada en una camilla, sola, tres personas se burlaban de mí como si no estuviera presente. La incapacidad del susodicho le llevó a ponerme algo diferente a la anestesia epidural. Su error casi cuesta vidas. En pleno ejercicio de negligencia, se olvidó que yo era una persona y se me trató con el paternalismo propio del incapaz. Como si fuera una niña pequeña y tonta, sin capacidad de critica ni de decisión se hizo y deshizo conmigo lo que se quiso sin informarme y con la debilidad de la soledad, sin apoyo, sin nada. Despojada de todo, sobreviví al mal ejecutado por profesionales que no lo son. 

Finalmente mi cuerpo se recuperó, me pusieron bien la epidural y alumbré con la fuerza de todas las mujeres a las que nos dejan traer vida libremente. Luego vinieron más ofensas, insultando mi placenta que había sido parte del nido de mi prole. Sin corazón ninguno, se me trató como si fuera una vaca en un corral, o una cerda en una porquera.

Meses me ha llevado acercarme a mi parto y poderlo ver sin rasgo de trauma.

Entonces sé que el feminismo se sigue olvidando de la maternidad, como esa asignatura pendiente que les suena tanto a sacrificio por los demás y a mujer de antaño que lo rechaza abiertamente. 

Y me paro a pensar, si el feminismo se olvida de las madres y el machismo lo tutoriza y trata como niñas perdidas, ¿quién de ocupa del respeto por maternar?

Así, damos pasos hacía atrás y la violencia de normaliza. Porque no nos escondamos, hay muchas violencias que se aceptan o no se hablan porque simplemente las normalizamos.

Alumbrar es el mayor ejercicio altruista que se realiza durante la existencia. Alumbrar es traer al mundo personas que jamas existieron antes, es ahcer el futuro certero.

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