Hasta ese momento el señor Cruz era un personaje desconocido para el país, un don nadie que tras bambalinas manipulaba las votaciones en el Congreso sobre las cuales tenía interés porque además es un aliado conveniente del exprocurador y ahora candidato presidencial Alejandro Ordoñez. Y esto solo se supo por el actuar patético de Cruz al arrojársele a esa cámara. De no ser así, el subsecretario del Senado seguiría tras su confortable anonimato influyendo en el bajo mundo del Congreso a cambio de favores administrativos, porque el señor Cruz es el que reparte oficinas, carros, viáticos y demás gabelas entre los honorables senadores. No por nada le dicen “Saulito”. De “Saulito” depende la comodidad en la que viven estos honorables servidores de la Patria.
Pero Saúl Cruz no es un personaje excepcional en la función pública colombiana. Los “saulitos” pululan en las oficinas del Estado, llevan décadas empotrados en sus cargos y son como un cáncer agresivo que pudre la institucionalidad, carcome la administración y se mecatea los recursos públicos en cositas. Estos personajes llevan lustros aferrados a sus puestos convencidos, no de que cumplen un servicio social, una función pública, sino que “hacen favores”. Y como hacen favores, la gente incauta, que de verdad les creen que “hacen favores” y no que cumplen un deber por el cual les pagan de nuestros impuestos, les hacen lobby, les rinden pleitesía y “los llevan en la buena”. Porque además esos “saulitos” reptan sigilosos por los despachos más influyentes de la administración pública y saben datos tan relevantes como por ejemplo “quién es el duro”, “cómo es la vuelta”, “con quién es que hay que hablar” y todas esas minucias soterradas del mundo bajo y oscuro de la corrupción pública. Porque además los “saulitos” son solidarios entre sí, conforman una red de apoyo y gestión conveniente y sólida que se activa cada vez que alguien “pide un favor” y “ofrece una platica para que la vuelta salga rápido”. Los “saulitos” no son más que los piñones aceitados de la maquinaria de la corrupción en el país, personajes discretos, ajenos al escarnio público porque son invisibles (hasta que se le arrojan a una cámara) y hacen su labor de corrupción con el beneplácito, consentimiento y complicidad de sus patrones que posan de honestos e impolutos porque ellos sí están sometidos a la vigilancia permanente de la ciudadanía y deben posar permanentemente para las cámaras y los diarios.
Los “saulitos” son los que llevan las razones de poder a poder, los que prometen en nombre del político los puestos a cambio de votos, los que llevan la platica en compensación por el agradecimiento de “la vuelta” que salió bien y los que amenazan al otro “saulito” cuando “la vuelta” salió mal. Y entre tanto, estos “saulitos” van formando sus propios feudos y aumentando su propio poder. Ellos no hacen favores gratis y cuando pueden cobrar, cobran duro. Por eso los “saulitos” reparten a sus familiares vagos por todas las entidades del Estado en cargos insignificantes, discretos y rentables en donde no sólo tendrán un familiar empleado sino otro aliado, otro proyecto de “saulito” que va a fortalecer esta red pútrida de “saulitos” que se van devorando poco a poco la esencia de un Estado que debe servir a todos pero que en realidad solo favorece a los “saulitos”, a sus protectores y a sus amigos.
Lo de Saúl Cruz no es un caso aislado. Desde el más alto nivel nacional hasta los municipios más recónditos del país, siempre habrá un “saulito” dispuesto para hacer un favor a cambio de una “platica” o de otro favor. Por ello a los ciudadanos de a pie se les complica tanto hacer las cosas al derecho, por los canales correctos y legales, porque los “saulitos” siempre están intrigando en los despachos públicos para que “su vuelta” salga primero, porque es que es para “el doctor” y usualmente “el doctor” es un político influyente amigo de “saulito” que pasa por encima de toda la legalidad y pisotea los derechos de los demás porque es “el doctor”. Los “saulitos” son los mercaderes de los privilegios de unos pocos que los pueden comprar.
Saúl Cruz solo es la costra visible de la función pública que se reventó por donde está saliendo pus. Un mequetrefe que cayó en desgracia por imprudente y mentiroso. Un cínico que ofrece disculpas con mentiras, porque ahora nos quiere hacer creer que sus embestidas a la cámara de Noticias Uno fueron involuntarias y accidentales, cuando todos vimos la tramoya que quería montar. Ahora los honorables senadores se hacen los indignados y critican a “Saulito” porque además los “saulitos” son los fusibles que se queman para proteger a sus benefactores y beneficiarios, pero la verdad es que los “saulitos” existen por la protección que se les da desde las altas esferas del poder y porque los ciudadanos del común de verdad creen que son personas muy poderosas. Y quizás lo son, pero no por su capacidad o mérito, sino porque hacen parte de una red criminal avalada y aceitada desde las mismas élites que gobiernan a Colombia.
Saúl Cruz es un ejemplar de esta fauna criolla de empleados públicos que se ubican como quistes en cargos estratégicos por décadas para influir en las decisiones que nos afectan a todos o simplemente para obstaculizar la diligencia simple que debemos hacer en un CADE para salir de algún problema para tener que acudir a un “saulito” a quien le estaremos agradecidos porque nos resolvió ese problema y a quién le quedaremos debiendo un favor.
Los “saulitos” solo van a desaparecer cuando los ciudadanos exijan sus derechos y comprendan que en la función pública nadie hace favores. Los funcionarios públicos son servidores y para eso se les paga con nuestros impuestos. En otras palabras, “los saulitos” son nuestros empleados. No son empleados de los lizcanos ni de los barreras ni de los benedettis ni de los uribes. Son servidores de todos. Pero mientras los sigamos encumbrando como benefactores de nuestros intereses, seguirán aprovechando nuestra debilidad para seguir moviendo los hilos de la corrupción que está ahogando a este país. Cuando descubra a un “saulito” no le pida favores ni le rinda pleitesía. Exíjale que cumpla su deber. Esta es la única manera de quitarle la sangre a estas sanguijuelas que actúan como reyes en sus feudos porque nosotros se lo permitimos. No más “saulitos”, esta es la única forma de debilitar la corrupción.
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