Mié, 08/17/2022 - 10:14

Comentario de ascensor

El lenguaje tradicional nos envuelve en ciertas ideas que probablemente no profesemos. Así, nos descubriremos a nosotros mismos diciendo términos machistas como “coñazo” para referirnos a algo aburrido o también expresiones racistas como por ejemplo “tener la negra” para hacer referencia racial como objeto de “mala suerte”.

Queremos un mundo mejor, y para ello la evolución y adquisición de un nuevo lenguaje se hace necesario. Más allá del uso de la “E” para determinar genero indeterminado, nuestra obligación es profundizar en el metalenguaje de esas expresiones que tenemos tan adquiridas que, como decía en el párrafo anterior, soltamos sin darnos cuenta.

Yo misma, soy un claro y vergonzoso ejemplo de ello. Vergonzoso porque luego lo pienso, y no va conmigo. Entonces me pregunto, ¿Cómo he llegado a eso?

Para tratar de señalar lo que indico, nada mejor que una anécdota vital que en cierta forma muestre aquello a lo que hago referencia.

Hace unas semanas, coincidí en un ascensor con dos desconocidos. Una mujer con su hijo pequeño de unos 3-4 años. La mujer era de raza europea caucásica y su pequeño, era de color (el hecho de pararme en esta frase para tratar de determinar el color sin tratar de ofender ya expone en cierta forma, aquello que trato de explicar)

Mi perfil ideológico es bastante de izquierdas, pienso en el bien común, creo en el body positive, la igualdad de género sin estereotipos, feminista, y obviamente cero racista.

Bien, volvamos al ascensor. La madre con su hijo, y yo. Tras el Covid-19 subir al ascensor con desconocidos no es algo muy común. Ella me dijo que no había problema en que subiera con ellos. Yo lo agradecí y comenzamos una conversación sobre nuestra experiencia Covid-19. Adelanto que la mía en estos años ha sido nefasta. Fue justo entonces cuando, de forma natural, sin pensar, mientras miraba a la nada dije:

—Es que tengo la negra, todo me toca a mí.

Nada más salir esa frase por la boca, me enrojecí y pedí disculpas, no solo por mi torpeza, sino porque esa expresión no me definía. La mujer trato de quitarle peso, pero yo decepcionada conmigo misma le dije al pequeño que perdonara mi torpeza y que mi forma de hablar estaba mal. Justo lo que le dije también a la madre, que sea una frase común no significa que sea más digna. Antes de salir avergonzada del ascensor, insistí es que era imprescindible modernizar el lenguaje.

Así que la pobre mujer y su hijo, además de soportar mi desacertado comentario, sufrió mi autoflagelación (y con razón)

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