Lun, 07/24/2017 - 08:31

Con temple de acero

Cuando aprendió a correr en bicicleta no lo hizo por pasión sino por acompañar a ese hombre, golpeado por la vida, que lo había dado todo por él. Apenas comenzaba su adolescencia y el caballito de hierro que domaba por aquel entonces, solo era una mezcla de pedazos que soldaron para que el joven Rigoberto pedaleara arrebatándole sonrisas a su padre.

Ese hombre, que había logrado ser el ídolo para su hijo, se llamaba Rigoberto de Jesús Urán y fue un vendedor de chance (lotería de bajo costo) que en solo 14 años supo plasmar en el alma del muchacho los valores que hoy le dan un temple de acero. ¿Fue tiempo suficiente? Jamás lo sabremos. En 2001, en un retén ilegal cerca de Urrao, en Antioquia, el pueblo donde los conocían desde siempre, paramilitares le dispararon al padre cuando iba en su destruida bicicleta. Esa marca quedó para siempre impregnada en el corazón del hijo y lo acompaña en cada conquista. Paradójicamente las circunstancias que rodearon aquel sangriento homicidio estuvieron a punto de alejar al gran Rigo del noble deporte que lo consolida entre los mejores del mundo.

Se hizo hombre, sin querer, a muy temprana edad. Heredó la venta de chance de su padre y de puerta en puerta comenzó a luchar para sacar adelante a su madre y a su hermana. Estudió en medio de las necesidades y fue uno de los mejores hasta que su pueblo le quedó pequeño y la familia se fue a Medellín en busca de una mejor vida. En la capital antioqueña lo descubrió el equipo Orgullo Paisa, uno de los mejores del pais, donde se dieron cuenta que no podían dejar escapar a ese pelado pequeño pero de cuerpo duro, de pelo castaño y crespo y con facciones fuertes que lo hacían ver mayor. Ya con patrocinio, Rigo comenzó a destacar entre los mejores. Lo tenía todo para ser una víctima más de un conflicto casi eterno que azota a Colombia, pero él decidió brillar con la fuerza de sus piernas y el empuje de la casta que le heredó a su viejo. Se negó a que otros determinaran su destino y se lanzó a conquistarlo.

Jamás ha dejado que el rencor y el odio se apropien de su ser. Por el contrario, ha seguido pedaleando duro como lo hacía su viejo mientras vendía chance. Ganó varias medallas nacionales, panamericanas y la Vuelta de la Juventud. Al igual que Urrao, Colombia le quedó pequeña y dio el salto a Europa donde se consolidan los grandes. Allí, por su patria, ha brillado en los Olímpicos y ha elevado nuestra bandera muy alto. Así es Rigoberto, tan tenaz en su lucha que ha transformado sus pedalazos en diamantes en bruto a lo largo de importantes carreras en España, en Italia y hoy en Francia. Y siempre, cuando termina, mira hacia lo alto, como si buscara en el cielo el guiño de aprobación de don Rigoberto, sin saber que todos nosotros, los colombianos, estamos igual o más orgullosos de como lo estaría su fallecido padre.

Gracias Rigoberto Urán Urán. Por cumplirle no solo a su madre, doña Aracely, y a Martha, su hermana, sino a casi 50 millones de colombianos que por estos días nos unimos por muy pocas cosas, y su triunfo es una de ellas.

#SeValeSoñar

En Twitter: @JCAguiarNews

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