Vie, 12/03/2021 - 10:40

“The Cremator” o mejor, El Redentor.

“Lo ves querida, sigo hablando de la benevolencia de la naturaleza, de un destino compasivo, de la amabilidad de Dios”. Así empieza esta entrega del 69’ de Juraj Herz, el Director, ya fallecido, de la Nueva Ola del cine checoslovaco.

Desgarradora, Breathtaking, cruel, así hablarían los periódicos y revistas checas en ese tiempo de este Masterpiece. Me gustan los filmes así, que se sienten como si estuvieras leyendo un libro.

Conocí esta película en Poetic Cinema, un grupo de Facebook, del que me dieron el honor de hacer parte, entre millones de usuarios. La verdad, solo entro a esta red social para este tipo de cosas. A veces me encuentro con artículos de la Calle del Orco sobre literatura, textos de Pijamasurf, noticias de Tendencias 21, cosas más profundas que en Instagram.

Y la forma en la que la conocí fue en el formato que este perfil usa y que de hecho me parece una genialidad: una secuencia de fotos poéticas, por eso el nombre. Y si en el cine hay poesía, obviamente también hay literatura. Esto es Tercer Ojo al Cine, hablar de la filosofía impresa en la gran pantalla.

Esa noche, estábamos pensando qué ver con mi novia, (ella se quedó dormida como a los 30 minutos). No sé si es que no le gustan las películas en blanco y negro, el caso es que yo desde el principio le puse tanta atención, que su aspecto sombrío, me dejó pálido, como su escala de grises, me despertó. Desde esa primera frase del protagonista.

Basada en una novela homónima del escritor checo Ladislav Fuks, la película le hace honores. El libro empieza con una frase de Giovanni Papini: “El truco más ordenado del demonio es persuadirnos de que él no existe”. Me recordó a cómo inicié mi más reciente novela de Ciencia Ficción. “Insectos y bichos huían de ese hombre tan inmenso”, una frase del noruego Knut Hamsun.

El nivel de música clásica que tiene esta entrega, es para reflexionar, Strauss, Dvorak, Saint-Saëns, son su principal banda sonora. Pero no es Strauss el de “Also Sprach Zarathustra”, es el compositor austriaco Johann Strauss, que de hecho se personifica en algunas viñetas, como un personaje importante.

Esta es una Oda al “polvo que seremos”. Si Nietzsche viera esta película, tal vez se volvería todo lo contrario a vitalista. O su filosofía caería en el Nihilismo.

The Cremator es una especie de sentencia de redención a través del fuego, una tradición de los vikingos, la cremación de los cuerpos para su liberación. En ese sentido el protagonista, puede ser desde un salvador, hasta el claro ejemplo de lo que es el infierno en la biblia.

El Cremador, me recordó a Caín, en El Reductor. Cuando el protagonista estaba viendo esa figura femenina que al parecer era imaginaria; fue impresionante para mí ese momento, porque sentí que al escribir mi historia, estaba profetizando sobre el pasado, hablando de algo que ya se había escrito. Magdalena en El Reductor era esa misma mujer que El Cremador veía por momentos y que tal vez no existía. Pero que esa mirada, para él era lo más real que había visto.

Aparte la psique del protagonista está en otro nivel, su discurso ante la audiencia de que su trabajo le facilitaba el de Dios de volver ceniza a la humanidad, en tan solo 75 minutos con sus hornos, es cosa realmente absurda. “El alma flota en el Eter, libres de las cadenas del sufrimiento, libre y pura a la búsqueda de otro cuerpo”. “Las jaulas son para criaturas tontas”. Frases como esta acompañan su libreto.

Pero de verdad que la parte que más me hizo boom en la cabeza, fue en el minuto 33 con segundo 33. Cuando el Sr. Kopfrkingl, (el protagonista) entra a un cuarto donde hay siameses, dentro de un “museo de cera”, en el mostrario de una cantidad de enfermedades contagiosas. ¿Cómo se le puede ocurrir eso a un ser humano?

Y es que sus diálogos son un claro ejemplo del balance entre su profundidad simbólica y su sentido del humor:

-Sr., un crematorio no es lugar para bromas.

-Tiene razón, son malos tiempos.

Cerca al final, se muestra al Sr. Kopfrkingl en primer plano y detrás de él está el “Jardín de las delicias” de El Bosco. Mientras en voz en off se escucha su discurso, en imagen se muestran primeros planos de la pintura, en todo su horror, grandes acercamientos de cómo el pintor holandés resumió la humanidad en una imagen: la existencia, el sufrimiento, la pena y la liberación en secuencias de zoom.

De esta película me llevo su grandiosa maniobra de combinar el humor negro con el horror, es sinceramente una sinfonía, sincronizada visual, auditiva y hasta olfativamente, porque su genialidad se puede oler por los poros, haciéndonos sentir escalofríos, como si no tuviéramos cobijas en estas noches heladas que acompañan los primeros días de diciembre de la capital colombiana en un año de locos que pronto va a culminar.

Ahí les dejo, con cariño, chau.

M. E. Espitia

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