Le debo una canción a esos años de utopía en que todo parecía posible, sobre todo ahora, que lo mío es la desesperanza y resistir desde la trinchera de la derrota. Le debo una canción a todos esos años en que la música pasó a ser algo más, un recuerdo distante y apesadumbrado que cada vez parecía pertenecerme menos, como si ese del garaje y de las tardes de vino hablando de tantos grupos fuera otro que ya no existe. Le debo una canción a todas esas personas que eran amigos o contertulios, no importaba, pero a quienes siempre podía encontrar para hablar de la música y la revolución y la necesidad de alzar la voz y que fueron también voces para acompañar las canciones de las que hablábamos. Le debo una canción a esos amigos que me presentaron a Eskorbuto y a The Ramones y The Clash, pero al mismo tiempo a Silvio Rodríguez, a Mercedes Sosa y a Victor Jara.
Le debo una canción a esas noches en que empecé a escribir con un dolor en el pecho que era, ahora lo sé, como un dolor de cuchillos, un dolor que me llevó a escribir más y más. Le debo una canción a eso que escribí y que eran poemas o lo que yo creía que eran poemas y también le debo una canción a las historias que escribí después, pero sobre todo, a las que empecé a escribir y nunca terminé: a las historias huérfanas, que se me murieron de abandono y soledad.
Le debo una canción a todo el silencio, a todas las veces que quise levantar el puño y tuve que bajar la cabeza y a esas noches sin dormir lidiando con el peso del deber ser y de lo impuesto. Le debo una canción a lo imposible, como escribió Silvio Rodríguez en una canción que le debía a la pregunta que le hizo un escritor. Le debo una canción al desasosiego de habitar un mundo inviable donde todas las reglas están dadas y todos los órdenes establecidos perversamente para opacar y matar las luchas y a los que luchan. Le debo una canción al hecho simple de morir mortal, "habiendo pasado por este mundo sin romperlo ni mancharlo", como en un poema de María Mercedes Carranza y de vivir con una obra pendiente, una obra por escribir que es la única lucha que me queda o la única que a estas alturas creo que vale la pena.
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Tocò todas mis fibras,
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