Dom, 10/11/2020 - 14:27

¡Delicioso!

Recuerdo que se llamaba William y su amabilidad no tenía punto de comparación. Él, junto a su esposa, tenía una pequeña tienda, de esas de barrio en cualquier ciudad latinoamericana, a pocas calles del conjunto residencial en el que vivíamos en Chía, a las afueras de Bogotá. Vendía de todo. Menos pan fresco, de ese que el olor caliente nos atrapa a más de cien metros de distancia. Pero eso no era impedimento para William. Cada domingo lo llamaba para comprarle a domicilio las cosas que teníamos pendientes, y siempre le pedía que se pasara por la panadería y nos llevara cinco mil pesos en pan surtido, del recién salido del horno. Jamás me dijo que no.

Y yo siempre esperaba con ansias el domingo para cumplir con ese ritual. Y es que si usted no ha probado el pan aliñado colombiano, se está perdiendo una verdadera delicia de nuestra gastronomía. Dorado y durito por fuera y esponjoso y suave por dentro. Trataría de describirles el sabor, pero realmente es imposible, no hay palabras.

Hay quienes piensan que vivir en el exterior es maravilloso y seguramente tienen mucha razón. Pero, porque siempre hay peros o los inventamos, también tiene su lado poco amable. El pan, definitivamente es uno de ellos. Nuestro pan es tan difícil de conseguir. No me van a creer pero casi 50 kilómetros de distancia y una manejada de más de 30 minutos me separan del sitio donde consigo el original. El único.

Un día, como para variar en mi, mientras desayunaba en esa panadería, me puse a hablar con la mesera y la cajera, muy queridas, para saber dónde lo preparaban. Aunque suene increíble me confesaron que lo traen amasado, congelado y empacado al vacío desde Bogotá, porque el sabor no es el mismo. Me causó tanta curiosidad que seguí preguntando. ¿Por qué, si los ingredientes son los mismos? La respuesta fue muy simple y lógica: "el agua". Intentaron mucho tiempo, con todo tipo y marcas de ingredientes, hasta que comprobaron que el agua de Miami sabe diferente a la bogotana.

Y al menos una vez al mes, por mínimo, me pego la escapada o va uno de mis hijos, a comprar pan aliñado y tamales tolimenses. Yo creo que después del bocadillo con queso y las brevas con arequipe, el tercer mejor casado o 'casao' que hay es el tamal tolimense con pan aliñado.

A veces es difícil ser inmigrante. Hay cosas tan sencillas, que hacen parte de nuestra vida diaria en nuestros países de origen, que no sabemos cuánta falta pueden hacer. Increiblemente estas se sienten con el corazón o con el paladar, y se extrañan con el alma.

Hoy comí un maravilloso tamal de mi tierra con un grandioso pan aliñado y Uva Postobón.

#SeValeSoñar

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