Pero el día de hoy voy a decirles que acabo de enterarme de una noticia que en realidad cambió mi futuro, no sé si para bien o para mal, pero lo cambio, que, al fin y al cabo, siempre es bueno. Me dijeron, justo antes de pasar la calle, el semáforo queda media calle al norte de donde estamos, que Roger Federer, el tenista que fue durante más de trescientas semanas el número uno del mundo, y que se lleva consigo bastantes récords, pero, sobre todo, el respeto, la admiración y casi la unanimidad de ser el tenista más grande de la historia, se retira del tenis profesional. Esto, podrían decir ustedes, así como lo están pensando, que no significa gran cosa, sobre todo para alguien como yo, que se dedica a escribir el mundo y pocas personas más habrán tan alejadas de la actividad física como yo, además. Y, quizás, así como el tenis, o un tenista o cualquier deportista en general, no se relaciona directamente, o no lo relacionamos directamente en el primer pensamiento con un escritor cualquiera, sobre todo con uno que se acerca más al anonimato que a la fama, pero es que, así como las cosas se parecen, aunque no las conozcamos resultan en algún momento siendo la misma cosa. Es decir, por poner un ejemplo cualquiera, la roca con la que alguna vez jugamos de niños, y que ya olvidamos, porque se fue río abajo, se parece a la roca que compone el Monte Rushmore. Y, aunque jamás el Monte Rushmore y la roca que lanzamos jugando de niños en el río, y que ya tal vez esté en el mar, se junten y estén en el mismo lugar, como para compararlas y decir tú eres la misma roca y tú eres el mismo monte en forma de roca, están relacionadas de alguna forma inexplicable para nosotros, y, ya llegará el día en que lo podamos explicar, estarán siendo, justo entonces, la misma cosa.
Y, aunque no quede definido todo lo que quiero decir con esto, pienso que relacionar dos cosas, dos hechos, dos profesiones, dos personas, dos algos o, sencillamente, células o átomos de todo el universo para que sean el mismo, en nuestra cabeza o en nuestro corazón.
Dicho esto, y que, de paso, no sobre decirlo, y para cerrar todo el ciclo y decir, por fin lo que vine a decir, creo que, junto a ustedes, quienes nos ven, quienes nos oyen, quienes nos leen y los del futuro que vengan o lleguen a estas palabras, somos, estaremos siendo y vamos a ser el mismo ser algún día del futuro. Pero el secreto de ser o saber que somos el mismo con otro, o con alguna cosa, está en que podamos decidir o, al menos, enterarnos y pensar, o querer o pretender saber qué hacer con eso, qué hacer con lo que somos y, sobre todo, qué no hacer con los demás que, entonces, será nosotros.
Gracias por lo que está pensando de mí, señora de la esquina, es usted muy amable, yo también le deseo lo mismo.
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