Pero más que una orden, me acaban de retar, invitándome, más bien, a que empiece en la primera palabra y termine en la última, sin regresiones, pausas de dudosa procedencia, de esas de las que está plagado casi todo lo que digo, o bifurcaciones poco convencionales para terminar llegando al mismo rincón en el que llevo viviendo, y desde donde hablo hace décadas, aunque esté completamente solo.
Lo primero que debo decir es que, de las veces en que cualquiera de nosotros ha intentado contar algo, lo que sea, y aunque fuera inventado o nada más imaginado, casi siempre terminamos contando, palabras más, palabras menos, más o menos la misma cosa. No importa si se cuenta una guerra o un beso, o si lo que se narra es la vida de un pájaro inimaginado o los síntomas del perro callejero más común de la ciudad, porque siempre estaremos hablando de ese misterio que nos mantiene vivos y que, sobre todo, nos construye como especie ladrillo a ladrillo. Por eso, casi siempre, en mi caso, para que no hablemos de nadie más, resulto diciendo las mismas cinco o seis palabras, y, quizá con suerte, transmitiendo al menos la mitad de lo que intento.
Ahora, ya adentro del tema, supongamos, porque jamás salimos de él, debo continuar con eso que sucede luego de que contamos algo, sea lo que sea, aunque todo resulte siendo lo mismo una y otra vez. Si nos lo preguntamos, va a suceder lo más cercano a lo esperado, se sabe desde que inventamos las preguntas, pero, en cambio, si nos dejamos llevar por la corriente, como hojas secas, perdidas en medio de la selva, o como peces que utilizan el agua como vehículo y no como combustible, terminaremos llegando a un lugar en donde, paradójicamente, hay más agua, tanta que está toda la posible y la imposible. Ahora, y aquí lo que más me importa, creo, si no nos preguntamos nada, y, por el contrario, desde siempre somos lo que el agua quiere que seamos, desde siempre seremos más agua, que es, salvando las discusiones filosóficas y poéticas requeridas para salir a salvo de tal disputa, lo que vinimos a ser en este mundo hecho de todo, además de agua.
Y, por último, lo que tengo que decir es nada más y nada menos que lo que cada uno de ustedes quiera que diga y están pensando desde que empecé y que continuarán pensando hasta que termine, y que no es otra cosa que lo hemos hecho desde que somos lo que somos, pero de eso nunca hablaremos, y por eso es que me detengo ahora mismo, para darles el tiempo de que terminen de preguntarse lo que necesiten y, por tanto, puedan llegar a las respuestas que quien tienen al lado, atrás o adelante necesitaba hace mucho tiempo, desde siempre, incluso antes de que supiera que había inventado tanto preguntas como respuestas que, con el pasar del tiempo terminarían siendo una sola cosa.
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