Dom, 07/11/2021 - 09:07

El camino de la humanidad

Las canciones tienen magia. Lo que se alberga en sus notas y en sus letras sale a la superficie cada vez que volvemos a ellas. Como caricias o como cuchillos, vuelven sobre la piel o sobre la herida para decir que nunca se fueron del todo.

Y ahora que he vuelto sobre canciones, como repasando un camino, descubro que están intactas las heridas que causaron la primera vez, que las palabras siguen siendo esos cuchillos que, al cortar, al ser herida, me confrontaron y me llevaron a preguntar porqués y paraqués. De eso se tratan las canciones. De ser memoria. Una máquina del tiempo.

Así que volví y canté otra vez “nadie puede recordar/ cuál era el camino de la humanidad / quién podría explicar/ cuál es el sentido de esta realidad”,  porque quién puede hallarle sentido a tanta competencia, a tantos medios y tan pocos fines y tan pocos escrúpulos, a tanta conveniencia y tan poca convicción, a tanta esclavitud a números y apariencias, a un mundo de tantas cifras e informes y tan pocas palabras que digan cosas nuevas.

Y sentí el mismo desasosiego al cantar otra vez “una absurda lucha por perder o por ganar/ donde la vida y la muerte/ han dejado de importar/ hipnótica forma de dormir y despertar/ nuestros días, nuestras noches/ también acabarán/ siempre confundiendo lo que debemos buscar/ si no hay premios o castigos/ no podemos caminar”, porque quién camina o hace o escribe o, en fin, vive, sin esperar una recompensa, un algo, cualquier cosa, a cambio. Quién sale a caminar por caminar o se sienta una noche cualquiera a simplemente hablar por hablar, sin estrategias ni ganancias de por medio, sin afán de conquistas, sin intenciones ocultas. Y, más aún, quién se detiene a escuchar al otro, quién quiere comprender sus motivaciones, lo que le mueve, lo que le duele por dentro, lo que ha callado mucho tiempo. Quién se detiene a mirar y mirarse dejando de lado la  productividad y los deber ser para mostrarse sin máscaras. Quién entiende esta absurda realidad la vida más allá de las transacciones.

Es como dice la canción: “flores, jaulas, niños, armas/ nos parece todo igual/ inseguridad, dolor, temores y tristezas/ falta decisión para revocar la condena”, porque también se trata de eso, de decidir vivir más allá del afán diario y así arrebatarle tiempo a esta gran pantomima para encontrarnos y hablar por hablar y caminar por caminar; se trata de la convicción de ser inútiles porque la utilidad no son más que ceros a la derecha en las cuentas bancarias de unos cuantos; se trata de saber que las flores y las jaulas no son lo mismo así como no son lo mismo las piedras y las balas.  Se trata de la convicción de que podemos revocar la condena y echar todo por el piso, con monumentos incluidos, todo para escribir nuestra propia historia.  

 

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