Dom, 07/31/2022 - 10:23

El tiempo no se crea ni se transforma si nos quedamos quietos

Si hiciéramos una labor arqueológica, podríamos llegar a pensar en algún momento que todo lo que encontremos más allá de la superficie le pertenece al pasado, a los que fuimos o a los que fueron antes de nosotros.

Es por eso que no todos podemos, ni queremos, ni debemos ser arqueólogos, porque también a veces, escarbando un poco, sólo un poco, en lugar de encontrar el pasado lo que encontraremos será el futuro. Tal y como lo oyen, el futuro se encuentra yendo hacia algún lugar, aunque sea el pasado, es decir, que, si pudiéramos viajar hacia el pasado, en realidad, estaríamos viajando hacia el futuro, pero sería un poco más difícil de explicar que con alguien que se para frente a ustedes, como yo, ahora mismo, a decirles, sin que nadie lo interpele, que el futuro queda también hacia el pasado.

Por supuesto que sé que se están preguntando por qué vengo a hablar de arqueología, de excavaciones, del pasado, del futuro, de cosas que, en teoría, alguien como yo, un soldado y un obrero de la palabra, y, quizás, y ojalá algún día, un artesano de ella, no conoce. Lo que sucede es que, en cuestiones de tiempo, es decir, en lo que tiene que ver con el pasado, el presente y el futuro, cualquier persona que haya pisado el planeta sabe de lo que habla, porque todos tuvimos un pasado, todos tenemos o tuvimos o tendremos un presente y todos, salvo las contadas excepciones de quienes estén muriendo en este instante, tendremos un futuro, al menos hasta que nos empecemos a morir. Y por esto es que somos nosotros, los que escribimos el mundo y los que trabajamos con las palabras, unos de los más odiados habitantes de este de esta sociedad, y, más que odiados, si me lo permiten, diría que envidiados, y, por tanto, relegados. Pero, aunque muchas personas no lo crean, y muchas aún más sigan reproduciendo la mentira de que no cualquiera puede dedicarse a trabajar con su imaginación, su mente y su intuición, por ejemplo, en la escritura, la verdad es que cualquiera de ustedes, cualquiera de nosotros y cualquiera de los cualquiera puede trabajar con su cerebro, su mente, su imaginación y su instinto. No es tan difícil empezar, por ejemplo, viendo un objeto, pensando en qué puede pasarle a ese objeto, o qué sucedería si alguien modificara, cambiara, desapareciera, explotará o se comiera ese objeto.

Esa sería una forma sencilla de empezar a trabajar con la imaginación, y con la arqueología, y quizás la que vine a demostrar ahora mismo, que todos somos los fabricantes del tiempo, es intentar leer la mente del que tenemos enfrente. Es eso mismo que usted, señor que está en la primera fila, y que me mira fijamente, está intentando hacer, y eso mismo que la señora que se encuentra en la última fila, aunque parece distraída, y aunque toma notas su teléfono, está intentando hacer. Están tratando de pensar qué es lo siguiente que diré, qué es lo siguiente que haré y, quizá, qué es lo siguiente que seré en mi futuro. Y la respuesta, personas presentes, es mucho más sencilla de lo que parece.

Cualquiera, incluido yo, que estoy enfrente de ustedes ahora mismo, será y estará en el lugar que sus cerebros, sus cabezas, su imaginación y su intuición les digan, aunque no se muevan, como yo, de este atril, cómo lo hacen los fósiles que viajan en el tiempo, sin moverse de donde están, pero estando en el futuro.

 
 

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