Dom, 10/02/2022 - 09:39

Es necesario existir para estar existiendo

Cuando alguien se entera de que me dedico a escribir día y noche, de lunes a viernes, veinticuatro-siete, todo un mes, todo un año, toda la vida, de las primeras cosas que me preguntan es de dónde sacó tantos temas, sobre quién puedo escribir tanto, o, y esto ya le queda a los más avanzados en cuanto al análisis cerebral, cómo soy capaz de escribir tantísimo tiempo de manera sostenida sobre el mismo tema, porque saben que siempre escribo sobre lo mismo.

Y mi respuesta, casi siempre, llega a ser la misma, aunque no responda lo mismo, claro está. Casi siempre llego a decir, o llego al punto en el que digo que todos los temas son el mismo tema, o, dicho en otras palabras, en otro orden o desde otra perspectiva, que todo lo que vemos es lo único que hay. De alguna forma, alguien siempre logra que nos replanteemos o veamos el mundo de otra forma, ya sea con sus preguntas, sus observaciones, críticas o, simple y llanamente, con su indiferencia, que es lo más parecido a su silencio.

Y es de esto, justamente, de lo que vine a hablar, porque, si bien podemos guardar silencio frente a algo que no nos interesa o no nos importa o llama nuestra atención, ser indiferentes y seguir nuestro camino, o detenernos a discutir a controvertir y, quizás, en la mayoría de las ocasiones, a perder tiempo, porque, como diría el viejo Saramago, intentar convencer a otro es un intento de colonización, y, de paso, preguntémoslo de inmediato, qué conquista o qué colonización ha salido bien a hoy, que estamos, no sobra jamás recordarlo, cada vez más cerca de la mitad del siglo veintiuno, el siglo de la información y la igualdad.

Entonces, para no divagar más en este mar infinito que es la palabra, lo que quiero decir es que la forma de cambiar, la forma de moldear el mundo no siempre es la de la acción, porque algunas veces el quedarnos quietos, como la roca que lleva siglos dejándose golpear por el mar o como el árbol que simplemente está ahí sin una razón específica, pero que le ha dado sombra a toda una aldea, es lo que nos convierte en seres capaces de hacer sin el deber de hacer, seres capaces de lograr, de cambiar, de controvertir, simplemente estando. Así como ustedes, y quienes van a estar después de ustedes, desde donde nos lean, están y estarán para que yo pueda decir que existo. Quienes ahora mismo me oyen, y quienes me lean después, serán, simplemente, la garantía o la refrendación de que yo existo o existiré, o de que, en el mejor de los casos, estaré existiendo. Y perdonen que me use como ejemplo, que sea en primera persona que diga esto, pero es mi deber, lo hago porque todos y cada uno de nosotros existimos, existiremos y estaremos existiendo, además de cuando alguien esté frente a nosotros, a nuestro lado, junto a nosotros, validando o ratificando nuestra existencia, cuando nos validemos como individuos.

Tiene toda la razón, señora, sí, usted, la señora que está mirando hacia el piso, que está pensando que yo podría no existir, porque usted, de no validar mi existencia, estaría ratificando mi no existencia. Es completamente cierto: si usted piensa que yo no existo, no estaré existiendo, y, de paso, le doy gracias por hacerlo, porque no es necesario ni justo existir todo el tiempo.

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