Redes sociales con base de pura imagen como Instagram o Tik Tok, fueron principalmente las que me motivaron a ir un poco más allá.
En el penoso laberinto de ser mujer, o muy probablemente hoy en día se podría decir de ser persona, nuevamente caemos en ser aquello que no somos. Además de mil tópicos tóxicos que las revistas nos masacran por cumplir, como tener un cuerpo con tal o cual característica, sobre todo, había que cumplir con todo ello en redes sociales.
De esta forma, los filtros se habían instaurado como una forma de verse-no verse, en la que se sacaba nuestra mejor imagen y todas nuestras imperfecciones quedaban camufladas.
Indagué un poco sobre el tema, ya que me parecía ciertamente inquietante que casi nadie saliese con su cara “tal cual” en dichas redes… Lo que me olía, era lo que estaba sucediendo. Hay mucho contenido, la mayor parte de ellos “confesiones” de personas que son incapaces de aparecer en “publico” sin esos filtros. Por lo tanto, estábamos ante una adicción a la irrealidad sobre nosotros mismos. Es más llegar a vérselos usar constantemente a personas que abogan sobre el “bodypositive” que justamente enuncia premisas sobre la aceptación de las personas sean como sean y el valor de la autoestima. Pero, este tema sobre los filtros, hablaba más de lo de siempre… de escondernos tras algo.
Eso me recordó a cuando a las actrices de “Hollywood clásico” se les ponían capas, o tules en las cámaras para que no se vieran sus imperfecciones de edad, y continuar jóvenes (deseables) durante más tiempo.
Efectivamente nos separan muchos años de aquellas damas de la gran pantalla, mucha lucha feminista, body positive, etc, que nos indicaban que las cosas podían cambiar.
Y aquí estamos, incapaces de enseñar nuestras caras sin un filtro de belleza, sin fotos editadas, viéndonos constantemente a nosotros mismos como no somos. El autoengaño, dominando el mundo a un clic. Mientras, tras esas pantallas nos marchitamos sin aceptar nuestra verdadera belleza.
Añadir nuevo comentario