Se dará la orden para que sean llamados héroes, aunque en realidad sean víctimas, todos aquellos a quienes les hemos arrebatado la vida en virtud de nuestros intereses y serán llamados héroes todos los que en adelante se vean sacrificados en defensa nuestra. Los llamaremos héroes y diremos que murieron por todos, pero morirán, como siempre han muerto, para evitar nuestra lapidación, nuestra propia hoguera.
Utilizaremos los medios que hagan falta para que la palabra héroe sea sinónimo de honor militar, de fusiles, de uniformes y de obediencia ciega y callada. Se dará la orden para que la televisión, la radio, la prensa escrita y los medios digitales repliquen esta narrativa de héroes y será obligatorio que en escuelas y colegios se inculque la necesidad de volverse un héroe, un héroe de la patria más aún: uno con fusil y uniforme que esté dispuesto a morir por todos, que es, como se sabe, morir por nosotros. Será en todo caso obligatorio que cada hombre que cumpla la mayoría de edad deba enlistarse en nuestras filas de héroes so pena de las sanciones a que haya lugar y una vez allí se tomarán las medidas que hagan falta para que el convencimiento de ser un héroe sea completo.
Habrá dos o tres comunicados de prensa previamente preparados y que se adaptarán en cualquier caso en que los héroes mueran en cumplimiento de su misión y se dará la orden para que la noticia de su heroico sacrificio sea repetida hasta la saciedad y exaltada como un acto supremo de amor por la patria, aunque la patria como bien se sabe, somos nosotros.
Los nombres de los nuevos héroes serán tallados en placas de mármol para que el dolor de quienes le sobreviven validen una vez más nuestra causa y nos permitan decir que iremos por la victoria, por el honor y por la gloria y para darles la ilusión de que esa victoria, ese honor y esa gloria pertenecen en parte a los héroes, aunque tales conceptos hayan sido concebidos solo para nosotros. Habrá honores militares, ceremonias y discursos oficiales en cada ocasión. Se le dará a cada muerte la solemnidad necesaria para librar nuestra responsabilidad. Habrá en cada ciudad agentes reclutadores de nuevos héroes.
A partir de la fecha se renueva también la orden de perseguir las voces que disientan del discurso oficial, porque conviene la hegemonía en torno al culto a los héroes para que siempre haya quien esté dispuesto a la entrega, a ser reconocido como el héroe que la patria demanda, que es, bien se sabe ya, estar dispuesto al sacrificio en nuestro nombre.
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