El dato podría oler sospechosamente mal. Sí, huele a muchas cosas y ninguna buena. Huele a que si seguimos así no lograremos la ansiada inmunidad del rebaño, que es un concepto que nos habla de cierta estabilidad necesario a cambio de que cierta población sea inmune porque ya ha pasado el virus y no es contagiosa. Desde el punto de vista científico, se trata de algo realmente necesario antes de lograr volver a la normalidad (ya sea nueva, vieja, usada, lo que sea).
Huele a que llega un momento que vamos a normalizar los muertos de cada día, como si fuera un dato más sin pensar en todas las historias que hay detrás. Si olfateas algo más también poder notar el olorcillo el mundo empresarial, sobre todo los comercios sin actividad online o la restauración que no van a poder sobrevivir a mas confinamiento. Hasta la fecha ya se sabe que cerca del 30 % de los comercios han tenido que cerrar en estos dos meses de cuarentena, muchos no han soportado el peso económico. Las ayudas del estado no han llegado a tiempo, esto también nos habla de la precariedad de los trabajos y las pequeñas empresas que son las que mayoritariamente han quebrado. Adiós a muchas de esas tiendas de barrio que ya no vamos a poder visitar nuevamente. Esos negocios cerrados significan también empleados despedidos, caseros que no cobran alquileres por sus locales, y no todos pueden permitirse quedar desempleados o no cobrar un alquiler. Pero del tema económico ya hablaremos en otro momento, porque es sin duda el problema que más va a durar a nivel mundial.
Seguíamos identificando a que huele tan apresurada desescalada, su aroma también tiene que ver con los partidos opositores que indican en casi todos los países que las medidas están mal o no son las adecuadas y que para no hundirse tiene que recuperarse ya la normalidad. Algunos países han tenido el civismo y coherencia de decidir que todos los paridos iban a apoyarse en tal situación de emergencia sanitaria y vital, pero no, no todos son así. Los populismos solamente piensan en el hoy y ahora.
Pero, ¿sabes a que apesta más esta desescalada? Desgraciadamente a desconocimiento, a no saber qué hacer, a tener demasiadas presiones encima y no saber priorizar. Prácticamente como desde el comienzo de todo esto, huele a no saber priorizar a un “no pasa nada”, a “ya lo arreglaremos en el último momento, a “no es para tanto” que les ha pillado, como ese chico rápido que piensa que aunque suene la alarma de llegada del tren cree que aún tiene tiempo de pasar al otro lado sin que le ocurra nada. Tanto el chico, como el gobierno acaban atropellados por un tren que iba a más velocidad de la que suponían.
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