Quiero volver a esperar desde la ventana a E y a P cargando las bolsas plásticas de las compras, porque esas bolsas eran la promesa de un juguete nuevo y esos juegos, esas ficciones invisibles, esos diálogos de héroes y villanos, lo comprendo ahora que lo escribo, fueron la génesis de mis historias.
Quiero volver al primer baile del colegio y sentir otra vez los nervios por bailar con la niña que me gustaba. Quiero volver a sentir el vacío en el estómago y el temblor en las manos y volver a creer que eso era amor. Quiero volver a resbalar por las montañitas que había en el parque frente a mi casa y jugar otra vez fútbol con la felicidad que me daba no saber que era y sería para siempre un mal jugador. Quiero volver a ver a la niña de ojos verdes que vi un día, cuando salí de la ciudad y mi vida cambió para siempre y que recuerdo porque tenía una pajita en la boca. Quiero volver a imaginar que me bajo del carro y voy corriendo hacia ella para jugar cualquier cosa y luego imaginar una vida con ella jugando, siempre jugando, y volver a creer que eso era amor.
Quiero volver a escuchar el mar desde el balcón y no tenerle miedo a los cangrejos para escaparme por las tardes a caminar por la orilla y ver de nuevo los barcos navegando sobre el agua naranja de la tarde. Quiero imaginar de nuevo la vida en ese islote que se veía desde la playa. Quiero volver a esos años en los que todos los que hoy son mis muertos estaban vivos.
La vida es querer volver. El amor es anhelar el regreso, anhelar lo que fuimos. Quiero habitar mis nostalgias de nuevo, volver a andar mi camino y preguntar más, hablar más con mi abuelo, preguntarle por el mundo que vio, pedirle que me cuente sus historias, sus viajes, quiero quedarme más tiempo en algunos lugares, aprender las recetas de mi abuela y, sobre todo, ir anotando en papelitos esas conversaciones y guardar todas las fotos que hoy no tengo.
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