Sáb, 05/13/2023 - 12:15

Las bisontas de la cancelación

Quería escribirles sobre desayunos, libros compartidos, nidos hechos a punta de canciones, dibujos y fragmentos de poemas, pero en estos días han pasado varias cosas que necesito aclarar para regresar a este remedo de It girl aesthetic que toma matcha en leche de coco mientras escribe con un lápiz conmemorativo del sufragio femenino en los Estados Unidos.

En realidad, más que una columna, les traigo una lista de preguntas.

Bueno, qué pasó:

  1. Me leí Los optimistas de Rebecca Makkai, una novela sobre la crisis del sida en los ochenta que afectó principalmente a la comunidad gay, pero la autora es una mujer cisgenero, blanca y heterosexual. ¿Podemos escribir sobre algo que no somos o  realmente hay un complot para silenciar lo hegemónico?

  2. Volví a ver The rewrite, una peli con un Hugh Grant maduro que hace de escritor de guiones venido a menos y se vuelve profesor de escritura, porque el egocentrismo no paga las cuentas.

  3. Internet me trajo una columna de un señor que dice que “Las mujeres han entrado en tropel a la literatura como si fueran una turba de bisontes corriendo… a toda velocidad y sin rumbo serio alguno”.

  4. Hace un par de semanas una señora -concretamente ex Secretaria de la mujer de Bogotá y que ahora trabaja en una universidad- escribió en Twitter preguntando sobre el tiempo/protocolo para des-cancelar a Alberto Salcedo Ramos, quién está en medio de un proceso penal por acusaciones de acoso y abuso sexual.

Vivo harta de la mediocridad en la que nos acomodan los privilegios. Nos rasgamos las vestiduras por cosas como la ortografía o que alguien use tenis para un evento importante, pero pasamos de temas coyunturales como el abuso y nuestro papel encubridor de alguien porque le admiramos.

¿En serio se van a caer como boronas de milhoja las capas de pintura del Guernica por aceptar que Picasso era un maltratador? ¿A quién estamos protegiendo? ¿Están cancelados los Cancelados?

La cancelación no existe para la gente con poder, lo que viven son las consecuencias de sus actos cuando estos salen a la luz; quizás, si tuvieran intención de reparar, podríamos tener otra conversación, pero cierran trincheras y usan todo su poder (y el de sus fans) para que esto no pase. No se puede dialogar con quien, además de abusar, luego nos dice mentirosas porque nuestro dolor no les importa.

Esta indiferencia impide mirar con profundidad cualquier asunto. O sea, no solo somos mediocres y cómplices, también creamos alianzas para replicar mensajes indolentes, violentos e IGNORANTES. ¿Por qué hay gente que sale a decir que debemos dejar hablar a los “acusados” que siempre han tenido voz, pero nunca hay disposición real para escuchar la historia de las personas que hacen la denuncia? No me respondan, de encubrir abusadores todos somos culpables. Nadie se salva. ¿Cómo vamos a cambiar esto? ¿Vamos a seguir echando el polvo debajo de la alfombra?

Y por eso salen señores que nos comparan con bisontes sin rumbo serio, molestos porque nos permitimos crear sin pedirles permiso, y como no pueden hacer nada, nos piden ser perfectas cuando ellos tienen permiso de ser mediocres. Escritoras trans-odiantes llenando eventos mientras sus publicaciones se venden como pan caliente dentro del catálogo de editoriales de alcance mundial. O una mujer preocupadísima por des-cancelar a un abusador sin siquiera verificar que sus libros están disponibles en todas las bibliotecas públicas del país o en internet, y que si van a una librería no se los van a dejar de vender.

En la comedia Unbreakable Kimmy Schmidt, hay un capítulo donde descubren que es mejor negocio vender camisetas de un equipo de fútbol racista para que sus opositores las quemen que para que sus fans las usen. Los poderosos nunca pierden y ustedes preocupados cuidándoles el capital*. ¡Qué oso! Haciendo el trabajo sucio, defendiéndolos para que sigan siendo la gente de mierda que quieren ser.

*Con capital no solo me refiero al dinero, sino a otros recursos como contactos, espacios y saberes, incluso origen y color de piel.

Lo que vale la pena de The rewrite es que Hugh Grant es el espejo de lo que es un hombre blanco. Se niega por media película a aprender el mundo que vive ahora y se hace la víctima porque qué necesidad de evaluarnos a nosotros mismos si podemos echarle la culpa a alguien más.

Ahora bien, qué tiene que ver una mujer blanca hetero cis y su novela Los optimistas con todo esto. Pues que ella lo hizo bien, sin apropiarse o reproducir tropos, reconociendo el lugar desde donde construye esta ficción, porque no es que las personas hegemónicas estemos ahora condenadas a hablar de asuntos vainilla, como se queja el personaje de Hugh Grant, pero ya no podemos ser mediocres así como de agache.

Resaltar las acciones que merecen cambiar no es un ataque personal. Dejen de creerse tan importantes como para que personas oprimidas, ocupadas, en muchos casos, por vivir y tener derechos, gasten energía en “atacarlos”. Quizás sea hora de preguntarnos desde dónde estamos hablando, a quién escuchamos, defendemos y silenciamos.

No es que un hombre no pueda crear personajes femeninos complejos (como una imposibilidad fisiológica, como ser daltónico de los géneros), no, es que pudiendo, no lo hace. Es muy doloroso que personas con un abanico de posibilidades decidan reproducir tropos tóxicos que la otredad ya se los ha señalado y su respuesta sea hacerse las víctimas de la cancelación ¿En serio esos a los que ustedes llaman genios no pueden ir más allá de sus narices? ¿Qué tan geniales son entonces?  

¿Cancelados? Cancelada Billie Holiday que le prohibieron cantar en escenarios propios del jazz en un remedo de persecución por el tráfico de drogas y la gran molestia que les daba que cantara Strange Fruit. Canceladas las mujeres que no pudimos seguir haciendo periodismo porque las salas de redacción son espacios que reproducen y mantienen un sistema violento y machista. Canceladas las personas gordas que no reciben diagnósticos médicos a tiempo porque lo único que pueden ver los especialistas es un número en una balanza. Canceladas las personas trans que tienen una expectativa de vida de no más de 35 años. Cancelados los hombres gay en los ochenta, a los que se les negaba atención médica. Puedo seguir y nunca llegaría a los señores a los que se les ha destruido la vida por esas denuncias “que se inventan para joderlos”, porque ellos no están cancelados (Por ejemplo, Plácido Domingo agotó boletería este fin de semana en Medellín). 

No pretendo decirles qué hacer, pero sí les pregunto de qué lado están. Nuestros hábitos de consumo fortalecen estos discursos de opresión. No niego el talento de nadie, pero creo que es barato y ruin atacar a alguien que ya viene herido y como el único poder que me da el capitalismo es hacer con mi capital (ya lo explique arriba) lo que yo quiera, pues traicionaré a los genios y me sentaré a escuchar a las personas racializadas, los maricas y las trans. Estoy aquí dispuesta a escuchar todo lo que esos otros tienen para decir. No me busquen para mantener sus pactos. Otra vez: ¿de qué lado están?

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