Aunque gigantescas movilizaciones trajeron cambios sustanciales, las palabras del mítico defensor de Derechos Humanos siguen teniendo mucha fuerza. "No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio", dijo, mientras con sus manos animaba a la multitud que lo escuchaba hipnotizada.
Hoy, en el esplendor de las redes sociales, cuando la libertad de expresión debería sentirse enaltecida, el odio sigue haciendo de las suyas. Parecemos destinados a no aprender de nuestros errores. Esa "copa de amargura" de la que hablaba Luther King Jr. se llena a diario con las llamadas "fake news" que no son más que viles mentiras elaboradas para manipular a la sociedad. Nada más parecido a "Los 11 principios de la propaganda de (Joseph) Goebbels", el ministro nazi. Solo hay que leerlos desapasionadamente para encontrar las similitudes con la estrategia política actual, sin importar el espectro ideológico en el que cada quien se ubique.
Los colombianos parecemos destinados a repetir nuestras miserias y a convertirnos en recicladores de nuestras violencias, y todo por cuenta de unos políticos que se empeñan en dividirnos sin importar el costo. Lo más grave es que lo permitimos.
Lo sucedido en la consulta liberal no es más que el epílogo de una guerra silenciosa, pero no menos dolorosa, que se desató en internet por cuenta de la paz. Pero también puede ser el prólogo de una carrera presidencial intensa pero subida de tono y de riesgos. Argumentos hay de todo tipo, a favor y en contra, respetuosos y agresivos, con y sin fundamentos. Lo bueno es que mientras esto sucede, las estadísticas han dejado de contar muertos al ritmo que se hacía hasta hace muy, pero muy pocos años. Lo malo es que de seguir así, la espada de Damocles, que baila como un péndulo, sobre la cabeza de nuestra democracia se acerca amenazante.
No es cualquier cosa. Desde meses antes del plebiscito de octubre de 2016, se han vivido peleas hasta dentro de las mismas familias que han separado a padres de hijos, a hermanos, y hasta esposos, solo por pensar diferente. Sentados frente a un computador, una tableta o un celular, en la frialdad de nuestros propios pensamientos, seguimos disparando balas desde las redes sociales, sin darnos cuenta que muchas veces nuestros dedos van más rapido que nuestros cerebros. Y "la copa de la amargura y del odio" se sigue llenando. Que peligro.
En lo personal prefiero seguir siendo optimista. Aquel discurso del 63 es conocido por el mundo entero como "I have a dream" o "Yo tengo un sueño". Me mantengo firme en el anhelo de que los colombianos tengamos el sueño de un país en paz. No el que nos han ofrecido hasta ahora, sino el que nosotros mismos seamos capaces de construir. Para eso solo hace falta leer un poco más y no tragar entero. Nuestros hijos merecen el esfuerzo de nosotros, esto no es de Santos ni de Uribe ni de ningún político. Esto debería ser un compromiso de nuestros corazones.
En Twitter: @JCAguiarNews
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