Por: Juliana Solórzano Rocha*
Por eso desde que soy profesora de inglés y de español, he sentido la necesidad de cambiar la forma en que mis estudiantes perciben a las mujeres en mi salón de clase, ya sea desde la ficción o la realidad. A estas acciones, pequeñas, pero no mínimas, las he denominado microluchas. Quizá no es que yo sea, como dice el aforismo “una mala feminista”, sino que he enfocado mi energía a transformar con el lenguaje la realidad en la que me encuentro.
Y con estas microluchas, yo también he tenido que cambiar de chip para poder enseñar de una manera feminista. Cuando estudiaba en el colegio, el 99% de textos que tuve que leer fueron escritos por hombres o protagonizados por ellos. Nunca conocí una poetiza, por ejemplo, ni leí una novela en la que una mujer fuera la heroína. Fue hasta hace pocos años, gracias al activismo feminista de Internet, que caí en cuenta de que hacían falta mujeres en mi biblioteca y en mi vida, por lo que desde entonces las busco y las mantengo cerca, además de presentárselas a mis estudiantes.
Además de buscar y utilizar estos recursos, mis microluchas pretenden también servir de puente entre el lenguaje, que es mi área de especialidad, y las acciones dentro del salón de clase. “Faltan niñas por participar”, digo durante cada sesión para animarlas a ellas a expresar sus opiniones. “Espera, Fulano, que tu compañera está hablando”, reitero cuando un niño habla por encima de una niña. “Buenos días, clase”, saludo cada vez que entro al salón, para evitar decir el ya anticuado masculino genérico, que excluye más que incluir.
De manera indirecta, entonces, espero que mis microluchas ayuden a que mis chiquis vean que una mujer también escribe cuentos y gana premios de literatura, y que nosotras también protagonizamos historias, y que tomamos decisiones y somos inteligentes y doctoras, pero sobre todo, que también habitamos el mundo, ficticio o no. Intento ser con ellas la profesora que nunca tuve y que, hasta hace poco, descubrí que necesitaba cuando estaba en el colegio.
* Estudió periodismo y análisis del discurso. Trabajó en la Revista El Malpensante, Productora Semana y para Masoportunidades.org, pero encontró su vocación en la docencia y desde 2021 es ECO de Enseña por Colombia y profesora de un colegio público de Bogotá.
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