Mar, 11/03/2020 - 08:11

“Migrantes”

Verdadero matoneo recibió nuestra alcaldesa Claudia López, cuando al referirse a los inmigrantes de la vecindad afirmó la semana anterior que “aquí el que venga a trabajar bienvenido sea, pero el que venga a delinquir deberíamos deportarlo inmediatamente”. Lo menos que se ganó como calificativo fue el de “xenófoba”, especialmente de parte de opositores a su gobierno, de algunos comunicadores y de Migración Colombia.

La CIDH, crítico permanente de cuanto no se ajuste a sus dictados sobre Colombia, llegó incluso a asegurar que con su declaración, López “vinculó a la población migrante venezolana con la criminalidad en esa ciudad (Bogotá)”, agregando que “recuerda que quienes ocupan cargos de responsabilidad pública tienen el deber de no contribuir con su discurso a generar un clima de permisividad o justificación de las violencias que se ejercen contra la población migrante”.

Mejor dicho, de ahora en adelante hay que hablar solo de “migrantes”, así, en genérico, y que la delincuencia de origen “migratorio” siga a sus anchas. Pero no, lo dicho por López le ha ganado muchas coincidencias, por fin alguien se atrevió a denunciar lo que en privado millones de colombianos calificamos, en Bogotá, en Cúcuta, en Pamplona, el Barranquilla, en Bucaramanga, el Cali, y en muchas otras ciudades, por temor a un matoneo, como “xenófobos”. Hasta miles y miles de sus paisanos radicados en Colombia, gente de bien, están cansados con el actuar de sus coterráneos que delinquen, y otra cosa, todos hartados con los que escogieron la mendicidad como oficio, porque no les gusta trabajar o no les provoca rebuscarse.

En lugar del matoneo como respuesta, los opositores al gobierno nacional, la CIDH, Migración Colombia, la ONU y sus organismos, los comunicadores y algunos gobiernos y organizaciones europeos deberían trabajar con más armonía y efectividad, pues la sensación generalizada, especialmente entre la ciudadanía (en todos los estratos) es que para los “migrantes” no hay ley ni regulación que valga y en muchos casos están por encima de los colombianos.

¿Cómo es que, por ejemplo, acá nos quejamos por impotencia para controlar a miles y miles de vecinos que semanalmente ingresan al país de manera irregular a través de “trochas”, mientras que la banda del ocañero y sus ideólogos castristas cierran la frontera, cada vez que se les antoja,  a los propios nacionales que por cualquier motivo desean regresar a su país, perjudicando enormemente a poblaciones fronterizas, como Villa del Rosario, con cientos de personas deambulando por sus estrechas calles y a costa de sus escasos recursos y seguridad?. ¿Cómo que hacia acá no hay coladeras, pero hacía allá si opera el hermetismo en la frontera?

¿Cómo que Cúcuta y ciudades vecinas, además de narcosubversión, narcoparamilitarismo y delincuencia política, sigue agobiaba por una inmigración desbocada, recibiendo apenas limosnas y, en este caso, no haya preocupación ni atención por los derechos humanos de los ciudadanos comunes y corrientes, que son una mayoría? Que se vean verdaderas acciones de parte de las “CIDH”, de ONU y su burocracia, de los europeos “humanitarios” y hasta de nuestro gobierno central.

Rumores fundamentados cobran fuerza en Cúcuta sobre el accionar de los maduristas y sus jefes castristas, que en medio del desorden migratorio, están acondicionando desde esta ciudad una plataforma, con miras a la presidencial del 2022 en Colombia. Subsidios y mantenimiento a sus enviados para hacer proselitismo en favor del candidato protegido por La Habana, generosos regalos para uno o dos políticos cucuteños, de parte del “cartel del sol”, para estimular tal candidatura. Ojo con la cedulación, para facilitar el voto de falsos colombianos (¿de nuevo la práctica pasada en favor de Chávez, cuando cedularon a miles y miles de falsos venezolanos?).

¿Cómo que a los “migrantes” cogidos con las manos en la masa los asustan con la deportación y, al parecer, cero privaciones de libertad? Deportación para tenerlos a los pocos días delinquiendo de nuevo en cualquier punto de Colombia.

¿Cómo que la comunidad internacional sólo aporte 1 de cada 10 pesos que necesitamos para atender a los “migrantes”, según lo reconocía nuestro gobierno en mayo pasado, y que a estas alturas el 60 por ciento no tenga unas migraciones reguladas y por tanto carezcan de un empleo formal?

¿No será que los decididos a tomarse el país en las presidenciales del 2022 están dichosos de seguir creando más desorden, que la migración desboque, crezca la pobreza, aumenten los odios de clase y entonces presentarse como la alternativa de cambio? Algo parecido ocurrió en Venezuela cuando Chávez ganó las elecciones del 98, con la gente desencantada de sus partidos políticos, la clase media empobrecida y el candidato comprometido a hacer una Patria “nueva” … Hasta hace pocos años las autodenominadas farc inclinaban la balanza en las presidenciales, ¿ahora el factor decisorio estará en la “inmigración” y sus utilitaristas?

Colombia no ha sido país de tradición migratoria. Nuestro porcentaje de inmigrantes si acaso llega al 2,5 por ciento, frente a casi 16 por ciento en Estados Unidos, 13 por ciento en España y el 89 por ciento en Emiratos Árabes Unidos. Países en donde los inmigrantes deben someterse a las normas y aportar al anfitrión, como debe ser. Esta ola de migrantes nos está quedando muy grande.

Además de ofrecer alternativas de trabajo a los “migrantes” (y que estos se vean obligados a trabajar), debemos comenzar por sujetarlos a las leyes y llamar las cosas por su nombre. La amenaza es grande, la propia Migración Colombia ha advertido que hacia diciembre tendremos los dos millones de “inmigrantes”, entre ellos indeseables, llamemos a las cosas por su nombre,  sigamos acogiendo lo bueno y decididos a enfrentar lo malo.

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