Sin embargo, mi análisis sobre él como candidato y como posible alcalde de Bogotá (aunque no creo que esté ni siquiera cerca de lograrlo en esta oportunidad) sugiere que Morris se precipitó y escogió el momento menos oportuno para entregarse a las lides electorales a este nivel. Si bien la orfandad de la izquierda para estas elecciones lo dejaron como el único candidato de esas fuerzas (aunque a él mismo le cueste reconocerlo y se declare más javeriano que militante de izquierda), la coyuntura señala que no es el momento para Morris. Voy a tratar de explicarlo sin apasionamientos, asunto que me cuesta, y espero que mis lectores lo hagan igual, aunque sé que a algunos les cuesta más.
Lo primero que debo señalar es que Morris es el candidato de Petro a pesar de Petro y no gracias a él. De hecho, cuando estalló el escándalo con la exesposa de Morris a finales de 2018, Patricia Casas, Petro fue el primero en sugerirle a Morris que desistiera de sus aspiraciones a la alcaldía y que resolviera sus asuntos familiares. Sin embargo, Morris no le hizo caso y se fue al páramo de Sumapaz a recibir el aval en forma de agua fría del movimiento Mais, ese movimiento político que algunas comunidades indígenas conformaron para lanzar candidatos mestizos. Ya con el aval y con la firme intención de llegar al final de la campaña con o sin Petro, los astros confabularon para que este apoyo se diera finalmente.
O bueno, más que los astros, una serie de malas decisiones de Petro que condenaron a la Colombia Humana a quedarse sin candidato propio en Bogotá. Petro se negó desde el principio a establecer mecanismos de selección de candidatos democráticos dentro de su partido. La postulación de Nicolás Petro para la gobernación del Atlántico es solo una muestra de la ausencia total de estos mecanismos y el unipersonalismo concentrado en Petro a nivel de decisiones electorales de la Colombia Humana. Petro primero coqueteó con Alejandro Gaviria, quien no necesita de nombres que lo respalden cuando decida iniciar su propia carrera electoral porque ya tiene el prestigio, la posición y el reconocimiento, para bien y para mal, de alzar su propio vuelo. Y eso además se demora, porque estoy seguro de que Alejandro Gaviria permanecerá en la Rectoría de Los Andes por un buen tiempo. Gaviria por supuesto se negó. Entonces Petro confió en que Ángela María Robledo, despojada de su curul en la Cámara de Representantes, sería la candidata ideal para representar a las huestes de la Colombia Humana. Ángela María Robledo se negó aduciendo razones personales totalmente válidas relacionadas con que estaba muy enferma y además que estaba devastada por la muerte de su mamá. Sin embargo, y esto es especulación mía, Robledo también considera que su postulación a las presidenciales de 2022 es perfectamente viable y válida dentro de los procesos que se establezcan en las fuerzas alternativas para intentar reducir el número de candidatos que se enfrenten a la derecha tradicional en esas elecciones. Ser alcaldesa de Bogotá reñía con esos intereses, porque habría tenido que renunciar a la alcaldía por una candidatura presidencial, y Bogotá ya tiene un precedente nefasto en ese aspecto con el primer período de Antanas Mockus. Entonces, Petro se quedó sin opciones, porque por alguna razón jamás esclarecida, nunca tuvo a Jorge Rojas en su baraja, quien, ignorado por Petro, hizo parte de la fallida coalición de los alternativos y al final terminó recalando en la lista del partido de la FARC al Concejo de Bogotá.
Y para terminar de condenar los deseos de Petro y las expectativas de Morris, Claudia López, como acostumbra, soslayó los pactos alcanzados en las reuniones previas a la formalización de la coalición de alternativos y bajó los brazos para resistir la obra del metro elevado de Peñalosa, uno de los inamovibles de Petro para concretar esa alianza. Es decir, Hollman Morris no fue la primera opción de Petro, ni siquiera la segunda. Al final terminó siendo la única y por única irrechazable.
De otra parte, los líos de Morris con algunas mujeres, además de los ya sabidos con su exesposa, terminaron de debilitar su campaña ostensiblemente, porque algunas mujeres de la Colombia Humana cerraron filas en contra de su postulación como candidato de ese partido político. No me voy a detener en los nombres de estas mujeres por cuestión de espacio y porque son varias, pero sí es claro que su apoyo a Petro en las presidenciales de 2018 fue fundamental para una gesta histórica de la izquierda en Colombia que jamás había alcanzado una votación tan significativa. Y además, dentro de esas mujeres que repudiaron el apoyo de Petro a Morris, se encontraba la propia Ángela María Robledo, quien expuso un argumento más de sororidad que jurídico para sumarse a dicho rechazo, diciendo simplemente que les creía a las víctimas. Un argumento en mi opinión arriesgado y más emocional que racional. Con este comentario no quiero exculpar a Morris de lo que se le acusa. Pero sí creo que en un Estado de Derecho, al nivel de los estadistas con aspiraciones de gobernar, se debe respetar el debido proceso y la presunción de inocencia mientras no se tenga la información directa sobre los hechos, caso en el cual deberían apoyar las denuncias. Los chismes y las especulaciones quedan mejor en las cloacas informativas de las redes sociales, y por qué no, en estas columnas de opinión tan poco leídas.
Entonces Petro, víctima de sus propios cálculos fallidos y la falta de mecanismos de la Colombia Humana en la selección de los candidatos, terminó apoyando a Morris porque Morris es el único que apoya el metro subterráneo de Petro. Así de simple. Y porque además son amigos. Pero bueno, Petro tampoco se ha distinguido en su vida política por ser el más leal de los amigos. Ahora Petro se comporta como si Morris hubiera sido su candidato desde siempre y Morris corresponde este gesto autodenominándose como “el de Petro”, al punto de subir una publicidad con ese eslogan en sus redes sociales que debió bajar a los pocos minutos por la andanada de críticas que le llovieron. Pero igual, él está feliz y orgulloso de ser “el de Petro”. Lejos de buscar su propia identidad o algo de autonomía, Morris busca por todos los medios hacerse pasar como el clon ideológico de Petro para arrastrar toda la votación en Bogotá que tendría Petro en una hipotética candidatura suya para estas elecciones. Pero Petro no es el candidato y la mayoría de gente lo sabe. Al menos esa mayoría que no usa Twitter. Porque en Twitterlandia, Morris sería lejos el alcalde de Bogotá. Es sabido que las “encuestas” de Twitter no son más que humo en forma de sondeo sin metodología alguna que responden más a los deseos de quién formula las preguntas que a una tendencia real de cualquier cosa. Para no entrar en polémicas desgastantes, solo responderé a las críticas relacionadas con este párrafo a partir del 27 de octubre, cuando la única consulta válida, las elecciones, hayan dictado su veredicto final.
Aparte del metro subterráneo, Morris no ha presentado una propuesta creíble para elegirlo como alcalde. Por ejemplo, pretender abrir 250 mil cupos en la Universidad Distrital no solo es una quimera, tampoco se cuenta con una infraestructura viable para este propósito. Ni en el corto ni en el mediano plazo sería posible. Esa propuesta es magnífica pero absolutamente irreal. Por lo demás, se le escuchan planteamientos vagos y deshilvanados en cuanto a salud, vivienda, movilidad, superación de la pobreza y otros temas. Lo único concreto, sensato y viable que ha planteado es la reimplementación de los CAMAD para la atención de adictos a las drogas, una magnífica idea de Petro que desechó Peñalosa, como lo hizo con todas las buenas ideas de Petro como alcalde, que no fueron pocas. Pero para ser alcalde de Bogotá dos buenas ideas no son suficientes, se requiere un programa de gobierno plausible y que se pueda cumplir al menos en algún porcentaje.
Además de un buen programa de gobierno, que Morris no tiene, un gobernante necesita liderazgo, y creo que este es el punto más flojo del candidato de Petro. Primero, es predecible que Morris no contaría con mayorías en el Concejo de Bogotá. De hecho, tendría una influencia mínima en esa corporación a no ser que se transara por repartir cuotas burocráticas a los concejales en el Distrito, que es como se saldan esos inconvenientes de mandato y gestión desde que existe la política. Y no habría cargos para tanto concejal hambriento. Entonces, las mayorías en el Concejo serían un obstáculo permanente para sacar adelante sus proyectos, como ya le sucedió a Petro en su administración.
Segundo, Morris no se ha distinguido en su gestión pública por la habilidad para conformar equipos de trabajo. Su paso por Canal Capital en este aspecto fue desastroso. Muchos de los que trabajaron con él en ese entonces fueron despedidos o salieron despavoridos cuando el exdirector consolidó ese canal como el bastión de la defensa de Petro ante los embates del Procurador de la época, que lo destituyó sin fundamento, con la consecuente restitución de derechos ordenada por la CIDH. Con este precedente, es difícil imaginar un gabinete técnico y de altura conformado por Morris para gobernar a una ciudad tan compleja como Bogotá, máxime cuando las personas de este nivel que rodeaban a Petro se le han ido alejando poco a poco en diferentes etapas de su carrera, como por ejemplo, las mujeres que se alejaron de su partido en esta coyuntura.
Tercero, Morris no tiene el recorrido, el reconocimiento, el carisma ni el liderazgo de Petro, así lo pretenda él y así muchos lo estén cubriendo con esa aura de manera ilusa. En otras palabras y reitero, Morris no es Petro. Es “el de Petro”, que es otra cosa, así como Duque es el de Uribe. Con la diferencia de que Duque al menos hizo el ridículo y vano intento de pretender parecer autónomo. Morris es más honesto en ello.
En resumen, existen tres razones poderosas por las cuales Morris sería un alcalde inviable. Primero, la mayoría de sus propuestas van a naufragar en un Concejo adverso. Segundo, su equipo de gobierno sería impredecible, débil y poco reconocido para una ciudad de la envergadura y problemas de Bogotá. Tercero, si para Petro fue bien difícil gobernar Bogotá con todo el respaldo popular que tenía, para Morris, que solo tiene el respaldo de Petro y de una facción de sus seguidores, será sencillamente imposible.
Por todo lo expuesto, lo más sensato que debería hacer Hollman Morris, si quiere mantener vigencia política y perfilarse como una opción real de la Colombia Humana para la alcaldía de Bogotá en 2023, es retirarse ya de esta contienda. Además, Morris debería iniciar la conformación de un movimiento de oposición ciudadana para cualquiera de los candidatos que gane, que deberá lidiar con los lastres dejados por Peñalosa en cuatro años de pésima administración, empezando por el metro elevado. Particularmente en este tema Morris goza de toda credibilidad porque ha hecho un trabajo magnífico para develar todos los vicios y problemas de ese negociado inservible para la movilidad de la Capital. En esos cuatro años su imagen pública se fortalecería y sus líos sexo-legales se habrán aclarado. Si sale avante de todo ello, quizás por primera vez pueda ser Hollman Morris y no “el de Petro”. Porque no hay nada más deprimente a nivel político que un gobernante sin personalidad propia, títere de otro, sumiso y débil a un poder superior. Si les cabe duda sobre eso, solo miren a Duque.
En fin, solo estoy soñando y nada de esto va a pasar. Morris no se va a retirar y Petro tampoco se lo va a permitir. Van hasta el final así se queme Morris y así Petro vea seriamente afectadas sus aspiraciones presidenciales de 2022. Para ellos y sus seguidores más leales más que unas elecciones, es una cuestión de honor. Y se la van a jugar. Suerte con eso.
There are 7 Comments
Señores ENFOQUE y señor
Lo único que tengo para decir
Yo creó que Morris les va a
Esta totalmente equivocado si
Que gentil gallardía!!
el columnista, se nota , un
No se puede esperar nada
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