Dom, 04/10/2022 - 07:46

Otras personas también son nosotros

La última vez que hablé sobre esto, hace ya un par de décadas, tuve que argumentar más o menos unas quinientas páginas y varios meses de trabajo previo frente a un jurado que estaba examinando mi calidad oradora, literaria y académica, mi rigurosidad y mi capacidad para ir más allá, para preguntar, para responder, en fin, todo lo que sucede cuando alguien necesita un diploma que luego no sirve para mucho más que para ser un tesoro de guerra.

El caso es que aquí, hoy, ahora, frente a ustedes, en este lugar en donde hemos conversado, hablado, tratado temas trascendentes, controversiales, y, sobre todo, cuestiones no tan trascendentales para la humanidad, aunque sí importantes para quién les habla, voy a contarles lo que sucedió y cómo sucedió para que llegara a ese momento, y, más que nada, para que recordemos y descubramos, otra vez, que el espacio es más elástico que el tiempo.

Estábamos agrupados hablando de nada, como hacen todos los adolescentes, cuando un desconocido llegó y nos propuso un juego que consistía en convertirnos en alguien por un tiempo. De inmediato, lo primero que pensé fue que este hombre estaba mal de la cabeza, que había consumido algún tipo de sustancia, que estaba alucinando, que no estaba en sus cabales, que no sabía quién era, y, por último, que nos estaba jugando una broma. Pero la adolescencia no le teme al peligro ni a lo nuevo, ni a dios ni a la ley, así que acepté, fui el primero en dar un paso al frente y el hombre me asignó una persona que yo encarnaría. Me advirtió que se trataría de unos treinta minutos y que, aunque pareciera muy extraño, todo lo que yo viera lo vería con mis ojos, pero estando dentro de esa persona. Le pregunté qué pasaría con esa persona mientras tanto y me dijo que lo que era esa persona, además de su cuerpo, iba a estar en una especie de sueño, un trance que iba a terminar cuando yo concluyera mi paso por su cuerpo. Como todo parecía un juego, y a los adolescentes, como sabemos, les encanta ser jugadores, sobre todo, si el premio tiene que ver con otras personas, en un pestañeo estaba dentro del cuerpo de esa otra persona, sustentando una tesis de grado, hablando sobre un tema del que yo no tenía conocimiento, ni siquiera lo básico. Los primeros segundos fueron de miedo, por supuesto, de temblar, y de no saber qué decir. Los jurados lo notaron y el público también, pero pronto, no sé de dónde, vino la corriente de argumentos, palabras, razones, explicaciones y hasta anécdotas para poder sustentar de forma correcta y salir vivo de eso, o, mejor, para que la persona que llegará a ese cuerpo, luego de mí, saliera viva y yo no le hubiera causado daño alguno. A esas alturas, ya me estaba preocupando causarle algún problema a alguien que ni siquiera conocía, por lo que deduje que la relación con ese desconocido había prosperado. En resumen, todo salió bien, la persona, hasta donde pude saber, terminó su tesis de forma y se graduó. Hoy en día tal vez sea un presidente, un vendedor ambulante, algún escritor, un mecánico o un asistente a mis charlas.

Aquí es donde yo, como siempre, leo la mente de alguien que está en el público, alguien que, quizás, está en mi cuerpo y es, por qué no, esa persona que yo reemplacé alguna vez, porque estoy en un sueño profundo del que me despertaré alguna vez, y allí todo es posible.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.