Dom, 05/28/2023 - 13:01

Pare y siga

Escribo esta columna entre los momentos de espera de los Pare y siga en un viaje por carretera que estoy haciendo con mis amigas. Se me ha vuelto costumbre, ¿eh?

Para este paseo hemos hecho diferentes acomodaciones para que esta sea una experiencia soñada: lo que vamos a comer, la mejor hora para salir y desde dónde, la ruta, quién maneja, quién administra el dinero y, por supuesto, lo que vamos a escuchar.

Es ley no escrita que la música de carretera debe responder principalmente a quién maneja, y debe llevar altos y bajos. Canciones para conducir rápido mientras las líneas del asfalto se convierten en una sola, otras para bajar la velocidad y dejar que el paisaje te envuelva.

Mi espíritu hedonista en la búsqueda de elementos que sostengan la perfección de cada experiencia -y no hablo de la perfección capitalista que combina lo “bueno” con la eficiencia, hablo de esa sensación de plenitud en donde todo se alinea de tal forma que eres muy consciente de que eso único que estás viviendo no necesita nada más, de ese estado de estar completa y tranquila con que nunca más volverás a vivir igual, ni siquiera trayéndolo todo tal cual pasó, y eso es lo que es perfecto- creó una lista colaborativa.

“Hacer una lista de reproducción es un arte delicado”, lo dice Rob Fleming en Alta fidelidad, la novela de Nick Hornby que luego fue llevada al cine y a la tele, y que hace parte de la educación sentimental de muchos amantes de la música nacidos a finales del siglo pasado (Y por eso estamos tan jodidos, pero creo que de eso hablamos luego).

Es un viaje de tres, yo en el medio.

V llegó a mi vida durante las clases de refuerzo del colegio al que llegué a estudiar al regresar a Medellín a vivir con mi papá allá en el 2000, como la canción de Natalia Lafourcade. Nos dijimos dos bobadas, reímos al mismo tiempo y ahí supe: quiero estar con ella hasta el final de mis días.

V es uno de mis grandes amores, cómplice y totalmente desquiciada por las mismas cosas que a mi me hacen feliz, pero con una manera de hacerlo todo distinto. V es como ese libro que te fascina y al que puedes regresar mil veces cuando tienes bloqueo lector. V es todas esas canciones que vimos en MTV y cantamos en filas de conciertos, mientras aprendíamos a factorizar, esas canciones que suenan a primer beso, primera borrachera, primeras mentiras y escapadas, esas cosas que ya les dije que nunca más serán, pero que fueron perfectas tal cual.

A es mi otra compañera de viaje. A es mexicana y está en Colombia por amor a un francés que se enamoró de Colombia. La conocí virtualmente porque ella también abrió un club de lectura solo para mujeres al comienzo de la pandemia. Primero fue un canje: autoras mexicanas por colombianas; pero cuando esta desconocida me escribió en octubre del año pasado contándome que venía, dejamos que los amores que nos unían hicieran lo propio y nos volvimos amigas de verdad.

Qué atractivo es cuando todo eso que parece irreal termina sucediendo. Creo que esa es una semilla de la felicidad.

Me encanta que mi vida vaya y venga entre lo viejo y lo nuevo. Vivo inmersa en una corriente de adrenalina fascinante y todo es posible gracias a la disposición de experimentación que tienen todos mis vínculos -nuevos y viejos- en construir un entramado acolchado para nuestros días. Así me lo imagino: una red de soporte para malabaristas de circo, pero tejida en hilos de algodón y plumas super resistentes. Imagínensela ¿No quisieran que ante toda caída fuera eso lo que los recibiera?

En un poco más de un mes cumpliré 36 años -como Rob Fleming- y estoy experimentando algo totalmente novedoso: quedarme. Desde que soy pequeña me he mudado y movido sin parar, es fácil, a veces pienso que es natural, tanto, que cuando la gente me pregunta me veo tentada a responder que no sé, que nací así. Y quizás sí, es posible que este espíritu nómada lo traiga desde fábrica, pero no es una condena, y ahora siento una gran necesidad de quedarme, tener todo lo que me gusta en un solo sitio y no moverme, al menos por un tiempo, porque moverse es agotador, por eso también siento un miedo atroz.

¿Qué es mejor, leer siempre el mismo libro que tanto te gustó hasta volverte una experta, o comenzar uno nuevo del que no sabes nada? La novedad es una de mis drogas favoritas, pero la mejor respuesta a esta pregunta es, ambas, depende, por qué hay que escoger, y qué tal si que para eso sea posible debemos simplemente hacerlo -cito a los Beatles-  with a little help from my friends (nuevos y viejos).

Para mi los clubes de lectura y talleres de escritura, son el parquecito con juegos y arenero de los adultos; el mejor espacio para hacer amigos nuevos y conectarse con los viejos, partimos de un interés común y de ahí, lo que surja. En Lo que leen las amazonas están amigas de la universidad que no pensé volver a ver, amigas de siempre, sus novias, chicas con las que me topé alguna vez pero no había podido conocer. Ahora son mis amigas y son tan distintas que me encanta.

Ellas traen preguntas nuevas sobre asuntos viejos, me enseñan sobre neurodivergencia, música, arquitectura, arte… Siempre quiero corresponderles y darles un poquito de lo que soy.

Estos espacios son como una gran lista músical para la vida. No estoy sola, a veces manejo yo y otras llevo los sándwiches; a veces canto La calle de las sirenas a todo pulmón, y otras, ojalá en el descanso del tráfico, escucho a esa cantante de jazz chilena que justo sabe expresar eso que siento pero no había encontrado las palabras para definirlo. Así termino leyendo cómics sobre la bomba atómica, novelas sobre el bordado y más cosas a las que no llegaría sino fuera porque alguien más las agrega a esta gran lista colaborativa. Todo es mejor desde lo colectivo.

Qué linda es la empatía que no es vanidad disfrazada.

Quiero cerrar con una mención especial al mejor club de lectura del Informe Final de la Comisión de la verdad que se reúne cada jueves en Confiar, Medellín, para, juntos, transitar por los dolorosos temas que trae nuestra historia, cosa que no podrían hacer de forma individual, y donde también hay espacio para polas, musiquita, chismes, nuevos besos y lo que surja.

Qué lindo es ver cómo nos sostenemos entre todos. Me dan vida.

Y entonces como dice la gran filósofa Karol G en el himno-mantra de este momento de mi vida: 

No necesito más,

solo amor dame tiempo

yo me sano con tu compañía.

 

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.