Jue, 11/15/2018 - 07:16

Politizando lo personal. El autocuidado feminista

Sobre la necesidad de entender políticamente el cuerpo y el bienestar, la escritora y activista afroestadounidense Audre Lorde (1934-1992) dijo lo siguiente: “cuidar de mi misma no es un acto de autoindulgencia, es autopreservación, y esto es un acto de guerra política”. Estas palabras, pronunciadas en 1988, influyeron en los activismos y las acciones colectivas de muchas feministas alrededor del mundo. Incluso, se ha generado un debate en torno a cómo el privilegio y la marginalidad inciden en la práctica compleja de ser conscientes de nuestra mente y cuerpo.

El autocuidado se proyecta hoy como una estrategia para lidiar con el estrés, la ansiedad y el malestar psicológico. Muchos artículos y libros sobre salud mental se han escrito acerca de este tema. Sin embargo, aun siendo una palabra popular en nuestros días, el autocuidado rara vez se piensa en función de la identidad étnico/racial, la clase, el género, la orientación sexual, la posición política, la nacionalidad, la situación migratoria, la confesión religiosa, y la condición especial de salud o enfermedad crónica que pueda llegar a sufrir cada persona.  

El autocuidado, entendido como un acto de amor radical hacia nosotras mismas, ha sido tristemente subsumido por la ideología de libre mercado y la inmediatez de las redes sociales. Jordan Kisner describió el surgimiento de un movimiento por el autocuidado en los Estados Unidos, y afirmó que este, irónicamente, se encontraba impulsado por mujeres blancas, ricas y llenas de privilegios que solo buscaban reafirmación a través de redes como Instagram. Esto es aprovechado por la industria de la belleza, la moda y el fitness, que primero, opera de acuerdo a intereses corporativos, y segundo, gobierna los cuerpos de las personas para producir ganancias.

Analizando el tema desde la desigualdad de raza, género y clase, la columnista Evette Dione habló de las implicaciones que tiene el autocuidado para las mujeres negras de Estados Unidos. “Nosotras somos, con frecuencia, el pilar de nuestras comunidades; literalmente, somos las encargadas de cuidar de todos en nuestras familias”. Dione también afirmó que “estamos dando el mensaje de que cuidar de nosotras mismas es egoísta y que esto nos distancia de la comunidad”. Finalmente, la columnista interpretó el llamado de Lorde al autocuidado así:

Lo que leo [de las palabras de Lorde] es que cuidar de nosotras mismas debe ser una prioridad, porque no hay nada malo en ubicarnos en el primer lugar y desear ser saludables […] Muchas de nosotras somos pobres, estamos cavando nuestras propias tumbas, y ponemos a todos los demás antes que a nosotras. Por lo tanto, pararme y decir que yo importo […] es un acto radical.”  

Sufrimientos similares vivimos las mujeres académicas, y específicamente, aquellas que nos tomamos muy en serio la labor de producir conocimiento para apoyar las luchas de los pueblos contra el patriarcado, el neoliberalismo y el colonialismo. La academia para las mujeres es casi siempre un espacio hostil de competencia –nunca de solidaridad, jamás de empatía–, donde tenemos que demostrar que nuestro compromiso con la justicia social potencia el rigor científico. Invertimos trabajo, lectura, escritura, oratoria y esfuerzo mental que no siempre son bienvenidos debido a nuestro enfoque y militancia. Esto nos ocurre no solo en las comunidades académicas, sino también con la audiencia en general y sobre todo en las redes sociales.

Cuando optamos por la vida pública –porque asumir una vocación intelectual y académica es precisamente eso– sufrimos variados ataques. Se espera que construyamos los mejores argumentos y las investigaciones más innovadoras. A los hombres se les exige mucho menos que eso y tienen mejores reputaciones. Adicionalmente, las mujeres académicas tenemos salarios inferiores (yo, por ejemplo, no tengo uno) y ocupamos menos plantas en las universidades. Los programas de investigación centrados en género, raza/etnicidad, clase y desigualdad son cada vez más escasos y menos financiados. Vivir la precariedad y la exclusión nos deja dolores psicológicos y malestares físicos que se reflejan en el típico síndrome de burnout.

Desde mi perspectiva, el autocuidado es una estrategia feminista para enfrentar la violencia, la injusticia y la inseguridad que prevalecen en el mundo. Así lo he constatado en medio de un campo personal labrado a punta de enfermedades, malestares psicológicos y sobrecargas de trabajo. El autocuidado es una herramienta de lucha, defensa y resistencia ante los tres sistemas de opresión que reinan el mundo, y que se traducen en injusticias sociales, económicas y epistémicas: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Cada mujer decide cuál es la ruta para hallarse a sí misma. Mi opción fue encontrarme con lo erótico.

Lo erótico, según Audre Lorde, es la personificación del amor en todos los aspectos de la vida. El eros refleja la armonía, la luz y la creatividad, y como tal, se convierte en una fuerza vital. Lo erótico es parte de nuestro lenguaje, nuestra danza, nuestra manera de amar, trabajar, pensar la historia y vivir. Esto nos demanda “resaltar con sinceridad y valentía nuestra capacidad de gozar algo, de forzarnos a nosotras mismas, de actuar”. En un ensayo conocido como Usos de lo erótico: lo erótico como poder, Lorde nos enseña esto:

 “Al estar, en contacto con lo erótico, me rebelo contra la aceptación de la impotencia y de todos los estados de mi ser que no son naturales en mí, que se me han impuesto, tales como la resignación, la desesperación, la humillación, la depresión, la autonegación. Sí, existe una jerarquía. No es lo mismo pintar la verja del jardín que escribir un poema, pero la diferencia solo es cuantitativa. Y, para mí, no hay diferencia alguna entre escribir un buen poema y tenderme al sol junto al cuerpo de una mujer a la que amo.”

Para concluir, afirmo que la recuperación de lo erótico como fuente de poder es la clave para lograr el autocuidado feminista. Esto implica reconocer y ser conscientes de nuestros cuerpos, memorias, geografías, historias, políticas, afectos y emociones. Así, aprenderemos a responder por nosotras mismas, con autonomía, y seremos también capaces de sernos fieles. El autocuidado no es otra cosa que seguir politizando lo personal.

Vivian Martínez Díaz

@VivianMartDiaz

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