Mié, 04/03/2019 - 08:21
Foto: CRIC

Por qué defender la Minga Nacional Indígena

Hace 24 días surgió la “Minga nacional por la vida”. Esta fue promovida por el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y apoyada por diversas organizaciones sociales. Recientemente, se unieron a la minga las comunidades afrodescendientes del sur de Colombia. Sin duda alguna, los grupos étnicos son actores políticos con poder para refutar y cambiar el modelo de desarrollo dominante –el neoliberal– y las formas tradicionales de hacer política en nuestro país, siempre centradas en la violencia, la corrupción, el individualismo y la escasa conexión con el entorno.

A pesar de que no es sensato presentar la minga como la receta última para curar todos los males de Colombia, sí es oportuno pensar que esta nos ofrece la oportunidad para hacer transformaciones de fondo en el modo en que se piensa la economía y la política a nivel nacional. Por este motivo, es necesario que la sociedad nacional comprenda la importancia de la movilización étnica actual y se comprometa con su defensa.

La defensa de la minga nacional se sustenta en dos razones. En primer lugar, esta hace parte de formas de trabajo ancestral de algunos pueblos indígenas en Colombia, que han sido resignificadas por las organizaciones étnicas para luchar por el territorio y la pervivencia cultural. Estas expresiones de trabajo colectivo hunden raíces en las culturas indígenas, y en este sentido deben ser apreciadas y valoradas. Por ejemplo, en el valle de Sibundoy los ingas y camënstás acuden a la minga con el propósito de construir edificaciones juntos, labrar la tierra y ayudar a los paisanos que atraviesan dificultades. Desde luego, la minga no es un espacio cerrado; a esta son bienvenidas todas las personas y grupos que muestran su voluntad de contribuir al bienestar de los pueblos.

Lejos de la estigmatización que promueven los medios de comunicación y los políticos interesados en la erradicación cultural y física de los indígenas, la minga nacional por la vida extiende valores como la solidaridad y el apoyo mutuo a la política nacional. La protesta social siempre estará marcada por la tensión, la disputa y el conflicto, pero el mensaje que nos da la minga no es de violencia. Por el contrario, a través de la organización de pueblos indígenas y sus aliados, la minga nos brinda el chance de considerar la política como un asunto colectivo y de altruismo.

En segundo lugar, la minga nacional hace explícito el antagonismo de clase, raza y género entre indígenas, afrodescendientes y elites blancas/mestizas. Como es de suponerse, estas últimas cuentan con un inmenso poder en Colombia derivado del dinero y la supremacía racial que asumen en la sociedad. Este poder se sustenta sobre estructuras históricas de racismo, clasismo y sexismo que se remontan a la instauración del proyecto colonial en las Américas. El colonialismo en la región que hoy conocemos como América Latina impuso una organización social, política y económica basada en la jerarquía racial y de género, la servidumbre y la civilización de los “salvajes”.

La civilización, que incluyó el aprendizaje del español y la doctrina católica, facilitó la inserción forzada de los indígenas al capitalismo como mano de obra barata o gratuita. A propósito de esto, conviene señalar, a modo de ejemplo, que la carretera Pasto-Mocoa fue construida a punta de trabajo obligado de hombres y mujeres indígenas sometidos por la Misión capuchina entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Investigadores como Augusto Gómez han encontrado que la Misión Capuchina empleó métodos de disciplinamiento tortuoso similares a los que usó la Casa Arana en el Caquetá. La Misión Capuchina y la empresa de Julio Cesar Arana contaron siempre con el respaldo del Estado colombiano, explícitamente o por omisión. Lo que esto muestra es que las violencias provocadas por el colonialismo siempre serán funcionales al capitalismo. De hecho, este las reproduce para garantizar su hegemonía. De ahí que el modelo económico sea siempre un punto de gran desacuerdo entre los gobiernos y las comunidades étnicas. Hacer explícitos estos antagonismos históricos de raza, clase y género sirve para terminar de entender que nunca existirá vida digna dentro de los linderos del Estado y el capitalismo. En consecuencia, la minga nos proporciona la posibilidad de convencernos de esto y encontrar otros modos de hacer-pensar-sentir la política y la economía.

En conclusión, la Minga nacional por la vida nos ofrece dos oportunidades. Por un lado, nos permite aprehender otros modos de organización colectiva por fuera del liberalismo político y el capitalismo. Por otro lado, hace claros los antagonismos de raza, clase y género que distinguen a diferentes sectores de la sociedad colombiana, y con esto, nos deja reinventar la política y la economía desde lo cotidiano. La defensa de la minga actualmente es necesaria para generar escenarios propicios para una vida digna, sostenidos en la valoración de la diferencia y el respeto por la igualdad.

Vivian Martínez Díaz

@VivianMartDiaz

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