Dom, 11/11/2018 - 07:15
Parada de buses para usuarios de transporte público diseñada y construida por los estudiantes del semillero de estructuras en madera y bambú (Sembu) de la Universidad Nacional de Colombia. Foto: Sembu.

¡Que vivan los estudiantes!

El aporte de los estudiantes a la generación de infraestructuras y mobiliarios urbanos para la movilidad y el transporte debe ser bien recibido por las universidades, la sociedad, los gobiernos, las empresas privadas y los mismos usuarios, porque con ello se incentiva la innovación y se mejora la calidad de vida de las personas, llegando a niveles de bienestar antes insospechados.

La Universidad como expresión del conocimiento universal y del camino a él es la principal fuente de innovación de un país. A esta no hay que temerle, ni pensar en las barreras que nos imponen los preconceptos para recibirla. Es en la universidad donde se gestan las soluciones a los principales problemas de los países y en ella donde nacen las semillas del conocimiento de quienes permanecen en la condición de estudiantes y que posteriormente aportan al desarrollo como profesionales.

El papel de los estudiantes y de los profesores en la generación del conocimiento es fundamental. Sin unos u otros no habría avance conceptual ni materializado frente a lo que se produce en cada una de las áreas del saber. La interacción entre unos y otros hace que ambos aprendan y que en ese proceso de aprendizaje sea evidente el avance de ciudades y municipios hacia las soluciones que necesitan frente a los problemas que los aquejan.

Las necesidades de las ciudades y municipios en materia de infraestructura son grandes. Especialmente cuando se habla de la promoción de medios de transporte sostenibles como la caminata, los viajes en bicicleta y el transporte público. Nuestras ciudades en América Latina y gran parte del mundo cuentan con infraestructuras para los vehículos a motor; para estos hay grandes calzadas, puentes, estaciones de servicio, surtidores de gasolina, ACPM, gas o se crean redes de puntos de recarga eléctrica. Para los peatones, ciclistas, pasajeros e inclusive motociclistas hay poca. Apenas en este siglo se proyectan las ciudades caminables.

La academia trabaja en temas que realmente son inexplorados por la sociedad, los gobiernos locales o nacionales, la empresa privada o los mismos usuarios a quienes generalmente no se les consulta frente a sus necesidades en materia de transporte e infraestructura. Ya tratamos en una columna pasada “El diseño industrial y las ciudades” el tema de los aportes de la academia a la creación de mobiliario urbano para bicicletas, pues el tema de la infraestructura no hace referencia a contar solo con vías para bicicletas sino también en facilitarle la vida al ciclista, con puntos de transición entre este modo y el uso del transporte público para viajes largos, espacios de refugio para momentos de lluvia o cansancio, puntos de hidratación, sitios y mobiliario especial para reparar las bicis.

La relación entre la teoría y la práctica se materializa en este tipo de propuestas que hacen los estudiantes en el marco de sus prácticas, proyectos y grupos de estudio e investigación. Ahí, en esa producción que debe ser bienvenida por la sociedad, la empresa privada, el estado y la misma academia está el insumo básico del aporte de esta a los procesos de mejoramiento y desarrollo que elevan la calidad de vida de los habitantes de ciudades y países.

En este contexto, llama la atención profundamente la entrega que hizo el semillero de estructuras de madera y bambú el viernes 2 de noviembre a la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia, de un mobiliario para pasajeros de transporte púbico. El paradero a escala real está operando para las rutas internas de la Ciudad Universitaria, fue construido con materiales sostenibles y aporta al paisaje del campus y a la protección de los usuarios frente al sol, a la lluvia y al cansancio. Sus costos son ostensiblemente más bajos que los de los paraderos tradicionales construidos con metales y su durabilidad, mantenimiento y apropiación por parte de la comunidad se suponen de mayor impacto que los que se instalan en las ciudades.

No dudamos en que este paradero será un ícono en el campus de la Universidad Nacional en Bogotá para sus visitantes y usuarios habituales. Recibir este tipo de proyectos es apoyar el talento y la creatividad de los estudiantes, que en el marco de su evolución intelectual aportan de corazón al mejoramiento de la calidad de vida y al desarrollo de ciudades, municipios y zonas rurales en el mundo. Son millones los estudiantes quienes aportan diariamente.

Gobiernos, empresas privadas, sociedad, academia y periodistas estamos en el deber de visibilizarlos. ¡Que vivan los estudiantes!

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Lo veo todos los días al pasar al frente de la Universidad por la cra 30 y me parece un aporte maravilloso, un orgullo para la universidad, que sus estudiantes aporten en su proceso de formación, un gana y gana para todos. Muy interesante el artículo y pertinente, ojalá se replicara en otras latitudes, las posibilidades seguramente son infinitas. Felicitaciones al grupo de investigación, a los muchachos que hicieron posible este mobiliario y regalo para toda la comunidad universitaria, a los profesores y gestores. Y comparto el final del artículo, ¡Que vivan los estudiantes! la mejor apuesta para el futuro de un país. Enhorabuena.

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