Queda todo por escribir

Lo afirman y lo seguirán afirmando sin sonrojarse, pero es mentira, como lo son casi todas las verdades impuestas. No todo está escrito. Y no lo está porque "Todo hombre es una historia", como dice cierta canción, y así, todos tenemos una historia por contar y por ende, tenemos una historia por escribir. Quedan y quedarán historias mientras haya voluntad de escribir y decir eso es decir, desear, que haya voluntad de subvertir, de ir contracorriente, de contar la versión por debajo de la versión oficial, la de los derrotados, los marginados, los señalados y perseguidos. Que la voluntad de escribir sea voluntad de luchar, digamos, contra lo impuesto, contra los absolutos.

Porque las grandes obras ya están en el mundo, y lo seguirán estando, claro. Pero todas ellas no fueron más que una versión, una única e irrepetible versión: la de quienes las escribieron, con sus dolores, sus angustias, sus alegrías, sus soledades, sus desencantos, sus fracasos y sus victorias, y a nosotros nos queda hacer nuestra parte, que no es otra que contar nuestra historia, muestra versión, y comprometernos con ella, convertirla en una causa, en un pedazo de vida y llorar, reír, luchar, gritar, correr, bailar, todo allí, en el papel, porque sobre el papel, en cada párrafo, en cada página, somos libres y podemos resolver crímenes o ser asesinos despiadados y calculadores o hablar con los muertos o hacer la revolución. 

Nos queda todo por escribir y hay que escribir ese todo, nuestro todo, sean poemas o novelas, qué importa, esas palabras son parte de nuestra visión, de nuestra historia. Y hay que escribir sin pensar en las recompensas, en lo que se vende, en los manuales, los estándares y las vitrinas.

Como tantos otros antes, hay que comprometernos con nuestra versión, ser fieles a ella y contarla, porque nadie la va a contar por nosotros y, sobre todo, para que nadie se atreva a contarla por nosotros.