Ayer, para explicarles por qué digo esto, en el centro de la ciudad, en una mesa callejera había una mujer que ofrecía servicios de la lectura del futuro, y, como el niño curioso y burlón que soy, me dispuse a ofrecerme como voluntario. La mujer, de edad media, de talla media, promedio en general, salvo por el turbante brillante que acompañaba a su cabeza, y las uñas de diez centímetros de largas, no exagero, soy bueno calculando, casi diez centímetros de longitud desde donde terminaban sus dedos, era una mujer normal, parecía ser una mujer normal, por lo que no dudé en obedecerle cuando me pidió que me sentara, que pusiera mis manos con la palma hacia arriba sobre la mesa, o mejor, sobre su mesa de trabajo, su escritorio, podríamos decir. Y comenzó, con su índice, y parte de su uña, por supuesto, a tocar mi mano, a recorrer las líneas que se dibujaban, o se dibujan aún, creo, en la palma de mi mano en todas las direcciones. Mientras hacía eso, mientras iba de aquí para allá caminaba alguna, atravesaba por un camino, franqueaba alguna otra, subía montañas y cauces, yo la miraba fijamente cuando noté en sus gestos que algo estaba llegando a ella, algo estaba siéndole dicho, algo estaba escuchando o sintiendo, y que yo, por supuesto, no podía, ni puedo aún explicármelo. Pero, por lo que me dijo después, luego de recorrer ambas manos, todas las líneas, parte de los dedos y un poco mis muñecas, me sorprendió.
Me dijo que, al día siguiente, es decir, hoy, yo iría a un lugar en donde había un grupo considerable de personas, y, tras contarles algún hecho privado y personal, les hablaría de mi pasado. Es decir, ella estaba asegurando que yo en el futuro iba a hablar de lo que me estaba sucediendo con ella, de lo que ella me estaba diciendo. Ante mi gesto de desconcierto, o quizás de desconfianza, ella, muy acertada, me dijo: Todo lo que dirás mañana, lo dirás ante un público invisible y, podríamos decir, bajo los parámetros de la sociedad, imaginario, pero lo dirás, y estarán allí, y tú, además de poder decirles las cosas, podrás o sabrás desde ya que vas a decírselo en poco más de quinientas palabras, en unas quinientas cincuenta para ser exacta, y no, no es necesario que las cuentes, porque serán quinientas cincuenta palabras.
Eso, y poco más, fue lo que me dijo, y, ahora que lo pienso, no he contado las palabras, ni lo voy a hacer. Y, por favor, espero que nadie lo haya hecho, porque, según lo que me dijo, lo que acabo de decir y lo que acabo de hacer, básicamente lo que acaba de suceder, entendí por fin que esa persona, por la razón que sea y con las herramientas que haya usado, logró leer mi futuro, y supo que yo estaría acá, por ejemplo, leyéndole la mente a usted, señora, que tampoco está creyendo lo que yo estoy contando, y, luego, todo lo contará, también, en quinientas cincuenta palabras.
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