Como no me lo esperaba, tuve que cambiar el discurso que había preparado durante la semana y posponerlo para la siguiente vez que viniera a hablarles, porque, como sucede con las cosas que no podemos explicar y que, sin embargo, intentamos definir, primero está lo importante que lo urgente, y ni qué decir de lo vital, que siempre va antes de lo obligatorio, pero de eso ya se ha hablado mucho, y ya lo tenemos claro en nuestro torrente sanguíneo. Es por lo que la pregunta en cuestión, como el ser vivo y autónomo que es en medio de este hábitat certero que nos correspondió en turno, es nuestra protagonista el día de hoy. Y como ya sé que cada uno de ustedes, sin importar el calibre, tiene ahora mismo al menos una pregunta en su cabeza, vamos a suponer que es esa pregunta y no otra y vamos a responderla en silencio, como si todos fuéramos el conferencista que se atreve a pararse en frente de la multitud a decirles qué es una pregunta y qué no lo es y, como si eso fuera poco, cuál es la respuesta a esa pregunta, sea la que sea.
Luego de responder en silencio, cada uno de los que participaron en esta dinámica verá ante sus ojos la pregunta que me hicieron a mí, y comprenderá, desde entonces y para siempre, que las preguntas que nos caen del cielo, como excremento de pájaros o lluvia revitalizante, lo hacen porque habíamos olvidado el poder de lo que no sabemos y, más allá, lo poderosos que somos luego de que sabemos que no sabíamos.
La pregunta, como se imaginarán, ya no importa, porque, como bien lo sabe la ciencia y la poesía, es decir, ustedes y yo, que somos las dos cosas, lo que importa es la respuesta, o, al menos, lo que se hace luego de preguntarse, así que, con la respuesta, que está en cada una de sus cabezas, me retiro en silencio, preguntándome que si fuéramos respuestas acaso no seríamos tan interesantes ni tan hondos, porque tal vez ser preguntas es lo que nos diferencia de las cosas, que son las respuestas que recibimos y que damos, cuando no podemos ser, además, una de ellas. Y me voy, como ya se supondrá, respondiendo que si fuéramos respuestas de nada nos servirían las preguntas que nos golpean la cara a toda velocidad hasta penetrar y quedarse enterradas en el campo fértil que somos para, luego de un pestañeo o una vida, salir a flote en forma verde y del color de la vida.
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