La autoridad paralizada, asustada ante las amenazas de las ongs tradicionales y las de garaje, de acusar violaciones a los derechos humanos, con el apoyo de gobiernos ingenuos y parcializados, organismos infiltrados y periodistas simpatizantes de la causa. Al punto que la ciudadanía quedó prácticamente desprotegida, ante atentados tan evidentes como la profanación sobre nuestro sagrado Monumento a los Héroes (que el gobierno bogotano le dio muerte definitiva, sin deudos a la vista, con la excusa de las obras para el metro), la destrucción de nuestros sistemas masivos de transporte y los bloqueos en nuestras carreteras, causando daño a miles de empresarios y a la economía en general. Reinó la impunidad.
Ahora, a 5 meses de la elección al Congreso Nacional y a 7 de la presidencial, comienza a notarse un cansancio de la gente ante el extremismo pro Cuba, y ojalá tras la pausa por cambio de año, que en febrero tengamos ya opciones consolidadas de centro. El vandalismo camuflado, también descarado, de los últimos meses, más las reiteradas opresiones dictatoriales en Cuba, Nicaragua y Venezuela, el confuso momento que vive Perú y el retorno de Evo en Bolivia, están desinflando a su extrema en el país. Los pecados de nuestro Gobierno, además del virus chino, que ha limitado durante unos 18 meses su acción, y la falta de soluciones ante tradicionales lastres en la justicia, el agro, la inseguridad y la pobreza en general, ponen limitante al CD como renovada posibilidad presidencial.
Parte de los votantes tradicionales por uno y por otro polo ya buscan una nueva alternativa en el centro, opciones como Alejandro Gaviria, Enrique Peñaloza, Federico Gutiérrez, Juan Manuel Galán, Humberto de la Calle, Óscar Iván Zuluaga (si logra una candidatura nacional) entre otros, están tratando de convencer. Cualquiera sería buena carta democrática.
Pero, ojo, la extrema cubana no para. Lleva 60 años agrediendo a Colombia, a la vez que juega el papel de “amable componedor”, al punto de imponer las bases y desarrollo del “proceso de paz” santista. Su avaricia acabó con la producción y el empleo en Nicaragua y Venezuela, no ha permitido alivio alguno a la pobreza en la isla, apoyada por el prófugo Correa jugó con Ecuador, y ha ganado amplio terreno en Bolivia y Perú. Le falta solo el zarpazo definitivo en Colombia, y arreciará durante los meses previos a las elecciones que van de marzo a mayo del año entrante, “con todas las formas de lucha”.
Que Colombia aterrice, viva el presente y sepa lo que le espera de no frenar la estrategia montada desde la extrema castrista, similar a su exitosa jugada con el egocéntrico Chávez en Venezuela: fomentar los odios, culpar de todo lo malo a todos los empresarios con poder económico y de creación de empleo, culparlos de que han llevado la pobreza a millones de colombianos. Dividirnos para reinar. Quitarle a los ricos y a la clase media para regalarle a los más pobres y así ganar su apoyo ciego, a la vez que quebrará a las empresas, fomentará la estampida de capitales hacia el exterior y ahuyentará a la inversión foránea. Para luego continuar los pasos vividos en Venezuela, tanto subsidio y tanta improductividad que los ricos terminarán empobrecidos y los tradicionalmente pobres más paupérrimos, apenas –si acaso-- con una comida diaria deficitariamente nutricional, para luego buscar refugio masivo en otros países. ¿Hacia dónde iremos entonces? ¿A Venezuela, a Ecuador, a Panamá, adónde? ¿Será que habrá cupo para más desplazados?
Estamos a tiempo, apoyemos las distintas opciones democráticas para la Presidencia de la República, referenciándonos en su pasado. Es cierto, no son exactamente una perfección, cada uno de nosotros les encuentra muchos peros. Al menos sabemos que respetarán los derechos básicos, entre ellos a la protesta, a la educación, a la comida, al trabajo, a la salud, a la vida y a la propiedad, con todo y sus deficiencias. Pero es lo único que tenemos y, con altibajos, garantizarán el cambio de caras en los poderes públicos. Alivio que no han podido vivir los cubanos desde 1959, los venezolanos desde 1998 y los nicaragüenses desde 2007. ¿Seremos tan idiotas de permitir que estas sean nuestras últimas elecciones en libertad de protestar, denigrar y escoger? ¿Estados Unidos que estará pensando… perder al último aliado firme que le queda en la región?
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