Los gobiernos, especialmente en Latinoamérica, en el marco de las políticas de transporte sostenible promovieron con razón y con fuerza hasta inicios del año 2020 el uso del transporte público. En las grandes ciudades (mayores a 600 mil habitantes), usaron con fortaleza los sistemas de transporte masivo para llevar y traer a la población. Los viajes diarios para ir al trabajo y al estudio se contaban por cientos de miles o por unidades de millón antes de la pandemia.
Por otra parte, los viajes en vehículo privado congestionaban las calles y avenidas de las ciudades. Los propietarios de estos vehículos preferían la comodidad y el confort del carro particular sobre la congestión y los largos trayectos hasta sus puntos de destino. Estos viajes afectaban la movilidad y la calidad del aire, principalmente en horarios pico cuando mucha gente necesitaba llegar en el mismo periodo de tiempo a cumplir con sus actividades cotidianas.
La bicicleta y la motocicleta, por su parte, ganaban poco a poco en número de usuarios, siendo más sostenibles los viajes en bici que en moto. Los viajes a pie se llevaban una buena parte de la distribución de los medios y los modos en que los habitantes de las ciudades se movían. Así era la cotidianidad hasta que llegaron las medidas sanitarias por la pandemia ocasionada por el coronavirus Covid-19. Estas obligaron a los aislamientos preventivos obligatorios de la población.
Ya llegando al final del primer semestre de 2020, los países han comenzado a reactivar la economía. Los niveles de ahorro son escasos en la población de América Latina y las pequeñas y medianas empresas, salvo algunas excepciones, tampoco tienen un músculo económico lo suficientemente grande para resistir más tiempo sin comprar, producir y vender. La informalidad y el desempleo salieron a flote también, forzando reactivaciones selectivas y graduales por sectores económicos. Los planificadores de transporte se han visto obligados a regular paulatinamente las formas en que los ciudadanos se mueven.
El aislamiento se diluye con el paso del tiempo. Las medidas de bioseguridad personales en el transporte masivo, que funciona restringido, en el transporte particular, en moto, en bici y a pie, que funcionan solo para personas exceptuadas de la cuarentena (al menos en Colombia), son tal vez la única esperanza por ahora de controlar el contagio y la mayor expansión del virus. Lavarse muy bien las manos con agua y jabón, no tocarse el rostro, usar el tapabocas o la mascarilla, conservar el distanciamiento social y ser precavidos con el contacto físico y las conversaciones cara a cara con otras personas, son la mejor manera de contribuir con la salud personal y con la salud pública. Lo mejor es quedarse en casa. Pero si hay que salir, el uso del tapabocas y el distanciamiento social son factores fundamentales, junto con el lavado de manos para promover y conservar la salud. Planificar los viajes y no salir en horarios pico también contribuye a evitar aglomeraciones y disminuir la probabilidad de contagio.
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