Viajar a la luna debe ser una experiencia fantástica para cualquier persona. Sin entrar a hablar de las complejidades de la Ingeniería aeroespacial, la física, la química, la logística y los costos, imagino un viaje a la luna como algo inolvidable.
Tener la oportunidad de ver el planeta Tierra desde afuera luego de subir a una nave espacial, llámese esta trasbordador, cohete o nave; enfundarse en un traje espacial, disfrutar, y asombrarse, de la fuerza de los movimientos por la falta de gravedad, además del silencio y de lo infinito del universo.
Usted, querido lector o amable lectora, ¿qué llevaría en el equipaje a la luna? Suponiendo que es un viaje de placer, creo que por ahora y definitivamente, no empacaríamos ropa de playa.
Tal vez una hamaca, un poco de música, una cámara fotográfica y de video, baterías para los aparatos electrónicos, una grabadora de voz para tomar notas. Una mochila (es grato imaginar una persona con traje de astronauta y mochila).
En este viaje creo que no importaría la hora de salida, aunque no recuerdo haber visto el despegue de un cohete en horas de la noche.
Nos recogerían en un taxi y nos llevarían a la estación espacial donde previamente nos habrán entrenado en el manejo del traje espacial, comunicación con la nave y el centro de control, la gravedad cero, y nos habrán hecho pruebas para el mantenimiento de la salud.
Luego abordaríamos la nave y nos acomodaríamos en los sitios reservados al turista. Por supuesto, al lado de la ventana.
Disfrutaríamos del despegue, no sin antes agarrarnos fuertemente de la estructura de la nave construida para ello y, por supuesto, después de abrocharnos el cinturón de seguridad.
A continuación, todo sería fantasía y recuerdos. Ver pasar el cielo a velocidades increíbles y luego la ausencia de luz en el exterior. Percibir el espacio y el silencio. El infinito.
Sentir nostalgia por lo que se deja pero con la esperanza por el retorno. Con nuevas experiencias, sensaciones, recuerdos, evocaciones y vivencias.
Así son los viajes, ya sean a la luna, al trabajo, al estudio, al consultorio médico, a la tienda o a la panadería, al parque o a la iglesia.
Todos tienen un motivo, un origen, un destino, un horario, un vehículo (en viajes muy cortos el vehículo es uno mismo, como cuando somos peatones), una infraestructura para el desplazamiento (en el viaje a la luna es el espacio), y una planeación.
Es muy importante planear los viajes, pues de ello depende que cumplan con su objetivo.
Y hacerlos lo más seguros posibles tanto para nosotros como para todas las personas que viajan es imperativo, obligatorio y necesario.
Abrir la cuarentena obligatoria a algunos sectores de la economía para que no se detenga el aparato productivo del país nos obliga a todos a ser más responsables con nuestros viajes. A planearlos mejor en situación de emergencia sanitaria. A no salir desbocados a ocupar el espacio público.
El viaje de cada persona se suma al de las demás, y si se habla de ciudades, son cientos de miles o millones de viajes al día, muchos de ellos simultáneos, por las mismas rutas, en los mismos vehículos o en vehículos similares, por las mismas infraestructuras y con motivaciones (que se vuelven afanes) similares.
En las comunidades cada individuo es responsable de sí mismo y de los demás; en las sociedades esa responsabilidad trasciende al colectivo social.
Los viajes masivos son un desafío hoy para Colombia, especialmente con el virus de la pandemia rondando.
Retornar a la normalidad anterior sin una vacuna es suicidarse y matar a los demás.
Planificar muy bien los viajes, sus motivos, horarios, rutas, vehículos, infraestructuras y hacerlos seguros desde el punto de vista sanitario, vial y personal, reta nuestra creatividad y acción.
La prudencia será el signo más indicativo de nuestro desempeño social hoy y de cara al futuro.
Solo de su mano sobreviviremos en los viajes cotidianos. Largos o cortos. A la tienda o al mercado. Al trabajo o al consultorio. Al parque o a donde requiramos.
La invitación, querido lector y estimada lectora, es a hacer viajes más seguros en la pandemia. Como si cada vez fuéramos a ir a la luna.
Añadir nuevo comentario