Dom, 12/23/2018 - 09:36
Panorámica de los cerros orientales en Bogotá. Foto: Guillermo Camacho Cabrera.

Volver a lo básico

La mayoría de las veces las personas olvidan lo básico, que para la vida humana es la respiración. Inhalar y exhalar es fundamental para vivir. Hacer un alto en el camino, en la cotidianidad que agobia y es factor de estrés, en el día a día de las relaciones con las personas y con uno mismo, es clave para celebrar una fecha como la Navidad.

Lo básico es respirar. Si aprendiéramos a respirar, la vida diaria sería más sencilla. La respiración para las personas y los animales es la vida. Con aire vivimos y sin aire morimos. O sin respirar también lo hacemos. El cuerpo y el cerebro dejan de funcionar. Se apagan.

Una respiración consciente alegra el espíritu y hace que nos sintamos aquí y ahora. La preocupación de los médicos cuando un bebé nace es que respire. Por eso es importante el primer grito inducido con llanto del recién nacido, que despeja las vías respiratorias y da la bienvenida a la vida. Desde ese momento y hasta la muerte no dejamos de respirar.

Previamente, durante la gestación, el feto vive con la respiración de mamá. Y se alimenta del alimento de mamá. Y toma lo mismo que mamá. Por ello es importante que la madre en gestación no consuma licor. Cualquier cantidad puede ser fatal para el desempeño posterior del bebé. El síndrome de alcoholismo fetal causa retrasos mentales y físicos en la población de niños y niñas más de lo que se cree.

Lo básico de la Navidad es el nacimiento. Navidad es natividad. Nacimiento de Jesús como hijo de Dios entre los hombres, de acuerdo con la tradición judeocristiana. Nacimiento que se vuelve cíclico con la celebración y la remembranza. Cada año se repite, cada año hay un retorno a lo básico. Al nacimiento. A la natividad-Navidad.

Respirar. Navidad. Lo básico. ¿Cómo celebrar el nacimiento? Con admiración por el recién nacido. Es el centro de la familia, de los padres o la madre, de los abuelos y las amistades. De los médicos. Cada recién nacido es la oportunidad de cambio que tiene el mundo.  

Volver a lo básico en Navidad es celebrar al niño. Celebrar al recién nacido. Con agua o con champaña, con sencillas frutas o con delicias gastronómicas, con oración o con fiesta. Con adoración (cada niño y niña son adorables), sin ensalzar el ego de quien adora. Se celebra al recién nacido no a los pastores.  

El nacimiento no es exceso. Es respiración, vida, esperanza, oportunidad.

Tal vez celebrar la Navidad es hacerlo de nuevo con el nacimiento de Jesús en el corazón de cada persona. Recordar o recrear el nacimiento propio o el de quien más cercano sea (el hijo, la madre, el padre, el hermano, el abuelo, el amigo, la mascota), y celebrar la oportunidad y la esperanza de la vida.

Respirando.

Nota. No sobra recordar en esta columna que el exceso de alcohol es perjudicial para la salud y que conducir bajo sus efectos (grandes o pequeños), es determinante en un siniestro vial con fallecidos, lesionados o solo con daños materiales. En Navidad y nunca, no tome cuando maneje. 

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