Y lo mejor es que nunca, aunque hayan pasado siglos, y aunque pasen milenios y eras, e incluso puede que la ciencia llegue a decirnos realmente que somos, llegaremos a saber todo lo que somos. Aunque, estoy seguro, muchos de ustedes se estarán preguntando para qué sirve o habrá de servir saber qué somos si nunca vamos a llegar a una respuesta definitiva, a ese punto en donde ya nadie mira para atrás y todas las preguntas quedaron respondidas. Lo mejor de todo esto es que yo me incluyo en ese grupo de personas y, sin embargo, porque, además de no saber qué somos, somos muchas cosas a la vez, también estoy en el grupo de personas que se preguntan qué somos día tras día. Los que escribimos el mundo no tenemos otra oportunidad para intentarlo, siempre la única es la última y la última la primera, nuestro único destino es preguntar.
Algunos preguntamos haciendo preguntas, otros respondiendo, otros obedeciendo a los impulsos creativos, y también están los que se esconden en una caverna a crear y a destruir. Estos últimos son lo más parecidos a los dioses, y a lo mejor son los que tienen la verdadera respuesta de lo que somos, porque, así como crean, mantienen, alimentan, construyen y luego destruyen, desaparecen y extinguen el fuego, así, sin mayor esclarecimiento, tienen en su cabeza todas las opciones para hacer con todos nosotros lo que ellos quieran. La cosa es que todavía no he conocido a uno de ellos, aún no me lo cruzo pasando la calle, a ninguno lo he visto tomando el transporte público, en alguna oficina gubernamental, golpeando las puertas de todas las casas de una misma calle, quizá vendiendo enciclopedias expiradas del siglo veinte, o, simplemente, paseando a su perro para, luego de recogerles sus excrementos, enterarse de que, como sus mascotas, todavía están vivos.
Lo bueno de no tener una respuesta para lo que somos es que el camino sigue estando tendido para nosotros, sigue allí, como una bestia dispuesta para la vida, porque se alimenta de nuestro caminar y de nuestras huellas, y el hecho de que pasemos una y otra vez, una y mil veces, lo mantiene tanto con vida como con la idea en su cabeza de preguntarse qué es. Ahora, porque también hay que hablar de lo malo, lo malo de no tener una respuesta es que nosotros mismos podremos estar recibiendo a alguien que nos pregunte qué es o qué somos o qué seremos o qué estamos siendo o qué vamos a hacer, pero el secreto de esto, como el secreto mismo de la vida, está en saber responder preguntas, aunque no sepamos la respuesta.
Cómo justo ahora se lo está preguntando usted, señora de la esquina, y usted, señor del frente, y ustedes, muchachos de atrás, y usted, señor técnico de sonido, y ustedes, señores vigilantes, y todos ustedes, espectadores, visitantes curiosos, chismosos, y quien leyó esto, y quien lo está leyendo, y quién lo leerá, y yo, si es que yo algún día, sé quién soy antes de preguntármelo o, lo que sería mejor, respondérmelo sin tener la respuesta.
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