La realidad no ilusiona, no emociona, no motiva. Mucho menos esa realidad que llega a través de los medios untada de sangre, de odio, de dolor y de desesperanza. Ver a los rescatistas quebrarse en llanto e impotencia mientras corren con niños desgonzados en sus brazos en Guta oriental o esa vergonzante campaña presidencial en Colombia cargada de agresiones, insultos y mentiras, me hacen querer simplemente refugiarme en el único lugar en donde encuentro sosiego, así pueda allí también recrear escenarios macabros, lúgubres y bizarros. Ese es el reino de la imaginación.
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