No existe un solo colombiano que no anhele la paz, todos hablan de ella, se volvió pan de cada día y es parte de la cotidianidad sin distingo de clases, credos, ideales políticos o convicciones religiosas. Pero de igual manera el ciudadano de a pie, del común, no digiere las gabelas generosas del estado frente a quienes han lacerado de mortalidad a los campesinos, los empresarios, los recursos naturales, las mantas citadinas, las leyes y la más violada Constitución como es la nuestra.
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